Título original: Veinte años no es nada
Dirección: Joaquim Jordà
Guion: Joaquim Jordà, Laia Manresa
Fotografía: Carles Gusi
Productora: Oviedo País: Reino de España Año: 2005 Duración: 117 min.
Joaquim Jordà consiguió reunir 20 años más tarde a la mayor parte de la plantilla que había luchado en Numax y que había contratado sus servicios para rodar el documental Numax presenta… (1980) sobre la toma y funcionamiento de manera autogestionada de la fábrica Numax. Podemos ver a estas mismas personas con el paso de los años, reencontrándose, reviviendo aquellas experiencias, reaccionando ante la proyección de sus propias entrevistas veinte años antes, y cómo se plantean la vida en el momento. Veremos qué hicieron en los siguientes años, tras el cierre de la fábrica, cómo se buscaron la vida y cómo siguieron sus militancias. Y ahí tenemos desde gente que dejó la política y se centró en la medida de lo posible del mundo laboral, o gente que pasó a los ateneos libertarios de los barrios de Barcelona, a Comisiones Obreras o al atraco de bancos. Algunas personas volvieron a Andalucía, o a sus pueblos en Cataluña. Pero lo que atraviesa a todas y cada una de las protagonistas del documental es el orgullo de haber pertenecido a aquella experiencia que tanto les nutrió en su vida, y de haber sido partícipes de un pulso contra el gobierno que en gran medida ganaron.
Este documental también nos ofrece una visión discordante con el planteamiento mitificante y triunfalista en torno a la Transición española y cómo ésta había salido, contradiciendo el discurso dominante en la época al respeto, lo cual desde el punto de vista político lo convierte en un documento histórico muy valioso de su época, ahora hace casi 25 años.
Título original: Numax presenta…
Dirección: Joaquim Jordà
Guion: Joaquim Jordà
Fotografía: Jauma Peracaula
Productora: Asamblea de Trabajadores de Numax País: Reino de España Año: 1980 Duración: 115 min.
A raíz de diversos funcionamientos corruptos, acoso patronal, una cruda huelga, bancarrota de la empresa y adquisición de la misma por parte de una cooperativa de trabajadores, Numax pasa a ser una de las empresas autogestionadas que funcionaron en la Transición española, fruto de la crisis económica que se cernió sobre occidente con picos en 1973 y 1979, año de rodaje de gran parte del documental. En esta caso la acción se desarrolla en Barcelona, uno de los epicentros de la lucha obrera en Cataluña y todo el estado, con una coordenadora obrera bien asentada -y saboteada por los sindicatos pactistas, como podemos escuchar en el documental- y un apoyo fundamental de diversas organizaciones y de buena parte de la clase obrera. Con las 600000 pesetas que les sobran de la caja de resistencia una vez ganada la huelga, y con el fin de dar a conocer el conflicto en profundidad al resto de la clase obrera y acabar con el estigma que sufría el nombre de Numax, contrataron a Joaquim Jordà, comprometido militante por entonces de la calle, del cine y del mundo editorial, y al resto de su equipo para que rodara esta interesantísima pieza audiovisual.
Así pues, en el documental escucharemos de primera mano los testimonios de un variado grupo de obreros y obreras de diferentes procedencias, ambos géneros, diversas ideologías y formas de afrontar el conflicto con la empresa y la posterior autogestión aportando cómo vivieron los hechos y cómo están viviendo el desarrollo de los mismos en el presente de entonces. Un tremendo archivo histórico de la transición que a día de hoy dialoga perfectamente con muchísimos de los acontecimientos que perviven a día de hoy tras la derrota de la clase obrera sufrida una vez más en los convulsos años setenta y ochenta.
Veinte años después Jordà lograría reunir a la mayor parte de la plantilla de Numax y volvería a grabarles, realizando con este material el también tremendo documental Veinte años no es nada (2005).
En 1780 una rebelión indígena poderosísima sacudió los virreinatos del Perú y del Río de la Plata, baluartes del sur americano del Imperio español. Los pueblos indígenas se juntaron en torno a la figura de Tupac Amaru II, descendiente directo de Tupac Amaru I, quien en 1572 fue asesinado por el mismo imperio en venganza por el alzamiento indígena que impulsó contra el desmantelamiento del Imperio Inca.
Más allá de la importancia que los pueblos indígenas le dieron a la línea sanguínea de este revolucionario, las promesas de abolir la encomienda y la mita, que implicaban un trabajo semi-esclavo impuesto por el imperio hacia la población nativa en haciendas agrarias y minas respectivamente, sedujeron a gran parte de sus seguidores, puesto que llevaban años y años de hartazgo y represalias por parte de las autoridades españolas. La llamada “Gran Rebelión” contó con decenas de miles de personas, que realizaron desde labores militares a normalizar la vida en la retaguardia, y se compuso principalmente de los pueblos quechua y aymara, aunque también contó con población criolla, mestiza y esclavos negros liberados. No obstante, el boicot que le dieron la Iglesia católica y parte de la población criolla terminó por mermar políticamente el movimiento revolucionario, que sufriría diversas derrotas militares gracias a la traición de algunos de sus componentes. Toda la familia de Tupac Amaru II y sus personas más cercanas fueron violentamente asesinadas a manos del Imperio español, incluyéndolo a él mismo.
La película deja en un plano menor al importante papel de las mujeres en la rebelión en la realidad, que ostentaron cargos políticos y militares bajo la Gran Rebelión, hecho que en los virreinatos era algo insólito por entonces. Cargaron igualmente con la muerte por su participación. Por lo demás, la reconstrucción de los hechos es en términos generales bastante correcta con los acontecimientos históricos, aunque obvia la expansión de la revuelta a otras zonas en las que Tupac Amaru no estuvo presente, y su extensión geográfica y cronológica más allá de la misma rebelión. Y tampoco se centra excesivamente en las matizaciones políticas, aunque explica bastante bien las estrategias de los colonizadores para mermar el movimiento.
Diana Budisavljević salvó entre 1941 y 1945 a unos 10000 niños serbios de origen ortodoxo, ayudando también a algunas de sus madres. Esto ocurrió dentro del autodenominado Estado Independiente de Croacia, pero en su nombre nada es verdadero: no fue un estado propio, sino un condominio ítalo-germano; no fue independiente más allá de leves partes de la política interior y especialmente en lo relacionado con represión; y tampoco fue croata, puesto que hubo una enorme variedad cultural, religiosa y racial dentro de sus fronteras, desde alemanes e italianos a serbios e italianos, contando con cristianos, ortodoxos, judíos y musulmanes, y con un importante contingente gitano. La organización filo-fascista Ustacha, simpatizante del fascismo italiano y el nazismo alemán, dentro de su proyecto de proveer de una nación uniforme a un estado croata, se dedicó a exterminar a los elementos que le eran más problemáticos para este proyecto: judíos, gitanos y serbios. Los dos primeros grupos perdieron al 75 % de sus componentes en estos años, mientras que Alemania, Italia y gran parte de la clase política y religiosa católica croata permitieron el genocidio de los serbios a pesar de que les provocaba problemas a la hora de llegar a pactos con los nacionalistas serbios o chetniks, en especial con el fin de combatir a las potentes milicias comunistas de la zona.
Con ayuda de organizaciones judías y alguna persona de la Iglesia Católica y de la Wehrmach, Diana y su organización consiguieron hacer llegar comida a los campos de concentración, y más tarde sacar a los niños y reubicarlos entre familias simpatizantes croatas en el medio urbano y rural.
La película parece atenerse bastante fidedignamente a los acontecimientos: el desarrollo de la organización, los escollos con los que se encuentran, el miedo y el control permanente de la Ustacha, el papel de las autoridades nazis… Aunque nos hubiera gustado ver un mayor énfasis en los exterminios de otras comunidades más allá de la serbia ortodoxa, y una explicación más profunda del contexto político croata de entonces ayudaría a entender estas historias a la gente ajena a los Balcanes, que fueron un escenario esencial en estos años y a día de hoy recibe un inmerecido bajo interés, después de años de explotación del cine partisano romantizando y estetificando la región.
No obstante, nos preocupa cómo a día de hoy la figura de Diana Budisavljević es reverenciada por medios nacionalistas serbios, los cuales tuvieron un pasado pronazi bastante lamentable en estos años, quedándose únicamente con la parte en que salvaba niños serbios. Rezumando muchas veces anticomunismo, puesto que su figura fue olvidada en la Yugoslavia de Tito y, además, en 1947 las nuevas autoridades se quedaron con sus archivos y éstos nunca aparecieron, perdiéndose así el posible vínculo que hubiera podido haber entre niños salvados y familiares supervivientes. En la actualidad, Serbia continúa con políticas supremacistas eslavas que en otro contexto podrían acabar siendo poco diferentes a las desarrolladas por la Ustacha.
Por lo demás, es una película que hace un cuadro bastante interesante y descriptivo de este momento histórico y geográfico que es poco conocido más allá de la propia zona en que ocurrieron los hechos. Recomendable.
La película se contextualiza en la mina de carbón de Lota, centro-sur chileno, en 1897, donde trabajan cientos de mineros en una de las minas más grandes de América Latina, que lleva décadas en funcionamiento. Los accidentes son tan habituales como la persecución por parte de militares y agentes privados de las personas que piensan en rebelarse ante los abusos de los patrones.
La película nos permite ver diversos matices de la vida en la mina: el trabajo infantil, las comunidades que se desarrollaban en torno a ellas, la enorme siniestralidad laboral, la explotación laboral, los oficios liberales asociados a la mina y el ambiguo papel que éstos tenían en las protestas, la delación y el rompehuelguismo…
Sanela y Merlin son dos prostitutas que trabajan en un burdel en el Belgrado atravesado por la sordidez de una Guerra de los Balcanes que lleva ya unos años. Las dinámicas de la guerra las tienen ya normalizadas, incluyendo la llegada al burdel de combatientes bélicos y/o mafiosos. Uno de estos grupos se queda un tiempo, desarrollándose una convivencia curiosa, complicada y con situaciones duras y lamentables por igual. Sanela es, además, una mujer trans -y tiene el horno de ser el primer personaje trans de todo el cine serbio y de la antigua Yugoslavia, que se desintegraba en el momento en que se hizo el largomentraje-, lo cual marca inevitablemente su relación con sus visitantes.
Interesantísima película, que trata el tema trans muchísimo mejor que muchos largometrajes de la Europa occidental, con una protagonista con poder de decisión, de defensa, y en general con una visión del trabajo sexual bastante positiva. Y como es imaginable, la guerra no recibe demasiado apoyo por parte del film, sino que se muestran infinidad de problemas que genera.
Halla lucha en solitario contra la destrucción del medio ambiente que está haciendo la industria energética en Islandia. Su objetivo son las torres de alta tensión que nutren las grandes fábricas del sur de la isla, mientras en la prensa prolifera una campaña de criminalización por estos actos y una búsqueda policial contra quien esté haciendo los sabotajes. En paralelo, le llega la noticia, tras años de espera, de la adopción de una niña ucraniana huérfana por la guerra del Donbass.
La película no nos muestra aleccionamientos morales sobre si la violencia es mala o no es el camino o todas esas gilipolleces habituales en el cine que explora las estrategias de acción directa en contextos en los que la lucha está legitimada para gran parte de la población, como en este caso la defensa de la naturaleza. Nos retrata las acciones de Halla como legítimas, cuentan con apoyos entre su comunidad y sus perseguidores policías no aparecen nada bien retratados. Por ejemplo, a menudo culpan de lo que hace Halla a un mochilero mexicano que está de viaje por Islandia, ya que reúne el perfil de terrorista antisistema que la racista y estereotípica policía islandesa tiene en la cabeza.
El final no podía ser más espléndido y completo dentro de lo que cabe. Archirrecomendable.
Título original: Vivir cada día. Masculino / femenino
Dirección: José Luis R. Puértolas
Música: Juli Morillo
Productora: TVE S.A. País: Reino de España Año: 1986 Duración: 63 min.
En 1985 Jaime Carballo, médico, psicólogo y dramaturgo valenciano, ingresa en la cárcel a raíz de la red de abortos clandestinos en la que participa. Es el contexto de la reciente llegada del PSOE al gobierno, con una Ley de Aborto en curso que al final será la sombra de lo que se pensaba que sería. Tras meses de ensayos, tiene que ingresar en la cárcel durante el estreno de una de sus obras en Madrid, de lo cual se hizo eco la prensa entonces, y este reportaje es ejemplo de ello.
También vemos en el programa, además de tratar ampliamente la problemática del aborto, la participación del feminismo, la Llibreria de la Dona valenciana, sus terapias sexológicas, vemos a la psicóloga y actriz Isabel Requena participando -la cual era su esposa desde hacía años-, las propuestas de Jaime por la creación de grupos de hombres que se autoplantearan su papel dentro del patriarcado y cómo combatirlo… No en vano, aunque no salga en el documental, Jaime fue uno de los fundadores en 1976 del Front d’Alliberament Homosexual del País Valencià, uno de los grupos que lucharon durante la Transición a favor de la homosexualidad y en contra de la Ley de Peligrosidad Social. Por desgracia, moriría diagnosticado de VIH en 1990.
La lucha de clases está permanentemente presente en esta original y tremenda película que nos sitúa en la vida en paralelo de dos familias, ambas compuestas por padre, madre, hijo, hija. Pero una está podrida de dinero y vive en una casa archilujosa, y la otra vive en un semisótano sometido a borrachos meones y opta a trabajos muy precarios. A raíz de la necesidad de la hija de la familia de aprender inglés, los miembros de la otra familia comienzan a optar a los trabajos de cuidados de la casa de la familia rica, con una total carencia de escrúpulos, pisando y haciendo que expulsen a la gente que estaba ya. La película nos muestra la habitual dinámica de los ricos explotando a los pobres y los pobres peleándose por las migajas que les dan los ricos, llegando en la película hasta puntos francamente extremos.
Mohamedou Ould Slahi es detenido por las autoridades mauritanas dos meses después del 11-S, requerido por EEUU. Su hermano formaba parte de Al-Qaeda y tenía relación directa con Bin Laden, así que es acusado de integrante del grupo armado y de ser el reclutador de quienes secuestraron los aviones, e internado en el campo de concentración de Guantánamo. Tras años de encierro, se hace con su caso Nancy Hollander, conocida y veterana abogada en favor de los derechos civiles de EEUU, con el fin de pedir un habeas corpus, ya que todavía no se le ha acusado de nada a su cliente.
El caso de Slahi nos sitúa en un contexto de terrorismo de Estado aplicado por los EEUU, en el que se tortura, encierra, acusa en falso y se pretende probar lo contrario a personas detenidos casi únicamente por ser árabes. La violación de derechos humanos que implica Guantánamo aparece más que descrita en el film, así como la implicación directa de la Administración Bush y en concreto del Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, que con su firma permitió todo esto aprovechando el contexto militarista surgido tras el 11-S.
Muy dura, muy entretenida y bien hecha y muy recomendable.