Vimos esta película hace muchos años, y no ha sido hasta ahora que nos hemos dado cuenta de que rompe con las formas heroicas que se planteaba en esta época y en las anteriores el cine bélico de la Segunda Guerra Mundial. Muy lejos de narrar proezas, en esta película nos encontramos oficiales ineptos, soldados sádicos y racistas, desobediencia habitual de órdenes y pretensiones permanentes de sobrevivir al margen del objetivo de la misión. La gloria está presente en dosis muy bajas, y eclipsada por situaciones catastróficas dentro de las propias filas angloestadounidenses. Y los japoneses tampoco son el mal, sino que tienen código ético y se estiman entre ellos en ocasiones.
Por tanto, estamos ante una película fácil de leer desde el antimilitarismo, en la cual los buenos no son buenos, aunque a veces tienen algún destello filantrópico mezclado con sus ganas de sobrevivir, y las órdenes de arriba hacia abajo se vuelven con facilidad absurdas. Recomendable.
Título original: Erkennen und verfolge Dirección:Harun Farocki Guion:Harun Farocki Fotografía: Ingo Kratisch Productora: Harun Farocki Filmproduktion País: Alemania Año: 2003 Duración: 54 min.
En la línea de los documentales antimilitaristas de Farocki, nos encontramos con un análisis de la informática aplicada a la guerra. El motor de arranque son las imágenes de misiles y bombardeos asépticos de la Guerra del Golfo, combinados con el inicio de las tecnologías informáticas de guerra: la Alemania nazi. Y nos encontramos con la infinidad de robots cada vez más avanzados que trabajan en la industria de guerra, capaces de distinguir entornos urbanos, vehículos, cifras y letras… y con la gigante cantidad de simuladores en los que se entrena al personal militar antes de situarles en el campo de batalla.
El documental nos presente interesantes reflexiones. Por ejemplo, la necesidad de las guerras para que más tarde el avance tecnológico se asiente, como si no fuera posible hacerlo por motivos puramente pacíficos. O el desplazamiento de los humanos de las cadenas de montaje e incluso de las imágenes de guerra. Claro, que este documental se realizó en 2003, unos cuantos años antes de que Wikileaks liberara sórdidas imágenes de civiles perfectamente reconocibles ametrallados sin más por vehículos estadounidenses en Irak. Para el documental, con ello se pretendía sacar de cara hacia afuera al ser humano de la guerra moderna, como si fuera una cuestión de máquinas, obviando que en los lugares bombardeados había personas dentro, o eran osados por civiles para hacer su vida, como el caso de los puentes.
Muy necesario y muy recomendable. Se ponen los pelos de punta pensado que este nivel de tecnología ya existía en 2003, o sea, hace prácticamente dos décadas. Preferimos no pensar qué saldría si Farocki hubiera hecho este documental en nuestra era.
Título original: stop g8 otro mundo es posible génova 19-21 julio 2001 Dirección: Pacto y Vicente Guion: Paco y Vicente Música: Dub war, Faithless, White zombie, Grove armada, Senser País: Reino de España Año: 2001? Duración: 32 min.
En este vídeo casero recuperado del trastero de un ateneo libertario nos encontramos con unas grabaciones hasta el momento inéditas en digital sobre la contracumbre de Génova de julio de 2001, en este caso rodadas por el grupo que acudió al evento desde Valencia. Esta contracumbre es tristemente conocida por ser, según organismos internacionales, la mayor vulneración a los derechos humanos en Europa desde la Segunda Guerra Mundial: hubo infinidad de heridos, manifestaciones pacíficas asaltadas a sangre y fuego por la policía italiana, un joven anarquista asesinado de un tiro en la cabeza por un agente a escasos metros, un asalto a una de las escuelas que servía de refugio a periodistas y asistentes al evento bajo la excusa de material explosivo que la policía colocó a posteriori, e infinidad de torturas y malos tratos en comisaría y en prisión quienes entraron.
Tremendas imágenes de un testimonio más que ahora se recupera de un evento que marcó un antes y un después para todo el movimiento antiglobalización y para muchas personas que lo vivieron.
Título original: Welcome to Chechnya Dirección:David France Guion: David France,Tyler H. Walk Música: Evgueni Galperine, Sacha Galperine Fotografía: Askold Kurov, Derek Wiesehahn Productora: Public Square Films País: Estados Unidos Año: 2020 Duración: 107 min.
Estamos ante un documental tan duro como actual. Los hechos narrados pasaron en 2017 y 2018, y continúan mayormente vigentes en la actualidad. Fue precisamente cerca del Orgullo de 2017, en el que Madrid era justo el Worldpride y en el Reino de España sufríamos todo el apogeo del oficialismo LGTB más ranciete, cuando nos llegaron estas horribles noticias: torturas policiales, escarnio social, ostracismo, asesinatos y exilios forzados contra la población disidente sexual y de género de Chechenia. Un territorio, además, muy sui generis dentro de la propia homofobia ya reinante en Rusia desde la ley contra la propaganda homosexual de 2013: una zona de mayoría musulmana y cultura propia que ha estado en guerra por su independencia desde la disgregación de la URSS, pero que en los últimos tiempos tiene un gobierno de buenas relaciones con la Federación Rusa, compuesto por los sectores más pactistas del otrora independentismo checheno.
Para gran parte de la sociedad chechena, tener descendiencia no cisheterosexual es una afrenta para la familia, la cual sólo se arregla con el exilio o el asesinato de dicho componente familia. Lo cual genera un inferno sobre la tierra para la población LGTB de la zona. Organizaciones rusas y de fuera tuvieron que organizar una red clandestina para llevarse gente de Chechenia a otros países, mientras se enfrentaban a los conflictos y tentativas suicidas de estas propias personas en el refugio que habilitaron en Moscú, a los chantajes y acosos de agentes chechenos a familiares de posibles voces públicas que denunciaran la situación, a la inacción de gobiernos extranjeros que no terminaban de dar nunca visados para refugiadas ni terminaban de mostrarle a Rusia su desacuerdo con esas políticas, y por supuesto a la inacción, cuando no abierta complicidad, de las instituciones rusas a la hora de castigar unos hechos que son punibles por la legislación rusa.
Muy duro, con momentos verdaderamente espantosos y puede reabrir muchos traumas a personas que hayan podido vivir situaciones parecidas a las relatadas. Pero muy necesario y recomendable.
Título original: Equipo D: los códigos olvidados Dirección:Jorge Laplace Guion:Jorge Laplace Música: Pablo Cervantes Fotografía: Alejandro Toro,Hugo Cabezas Productora: Playmedia Producciones, TVE País: Reino de España Año: 2019 Duración: 61 min.
A día de hoy es absolutamente desconocido el nombre de Antonio Camazón, a pesar de que fue un personaje que contribuyó de manera esencial a la derrota del Eje en la Segunda Guerra Mundial. Importante cargo de los servicios secretos republicanos durante la Guerra Civil, intentó una y otra vez descifrar las comunicaciones franquistas en vano. La República no tenía ni idea de la existencia de la máquina Enigma, vendida por parte de los nazis a los franquistas en los inicios de la contienda. Tras exiliarse junto con el resto del equipo de criptógrafos, pasaron a trabajar para el servicio secreto francés, junto con un grupo de polacos que era plenamente conocedor de este artefacto.
En los primeros meses de la guerra descifraron el funcionamiento de la Enigma, y tras la construcción de un ordenador que los descifraba cada día por Alan Turing en Inglaterra, las comunicaciones alemanas fueron un libro abierto para los Aliados, tan abierto que tuvieron que disimular durante años que no las sabían, permitiendo que el III Reich asesinara soldados y civiles en ataques aéreos predecidos con días de adelanto.
Sin embargo, Camazón y sus otros seis colaboradores de origen español no pudieron gozar en vida del reconocimiento que sí tuvieron los descifradores franceses, polacos e ingleses. Su país estaba gobernado por un régimen frente al que eran proscritos, establecido gracias a los países que habían conseguido derrotar en la contienda mundial con sus labores, y a día de hoy no hay ningún tipo de homenaje. Gracias a este documental se ha sabido la historia de Camazón y, en un añadido de última hora, los nombres de sus otros seis colaboradores.
El estupendo ejercicio de recuperación de memoria histórico que realiza este documental le hace merecer una entrada en este humilde blog de cine. Muy recomendable.
Título original: Llámale Jess Dirección:Manel Mayol,Carles Prats Guion:Manel Mayol, Carles Prats, Joan Ferré Música: Christian Rey,Salvador Rey Fotografía: Pere Ballesteros Productora: Media Park País: Reino de España Año: 2000 Duración: 82 min.
Jess Franco es considerado el padre del cine erótico español. Por tanto, gran parte de su filmografía la hubo de realizar fuera del estado español, gobernado por entonce por su tocayo de apellido. La censura se cebó con él hasta la prohibición de gran cantidad de sus películas, y recortes infinitos sobre otras tantas, que convertían las películas en productos infumables.
Este documental, Jess y su principal actriz y esposa, Lina Romay, disertan sobre diversos aspectos de su vida filmográfica, como la censura, el erotismo, la pornografía, el precio en sus vidas profesionales por haber hecho este cine (por ejemplo, a Lina Romay no la conocía ni Dios en Cataluña, su tierra natal), famosos actores utilizados, anécdotas graciosas… y un sentimiento generalizado de apuesta por hacer el cine que le venga de gusto a cada cual, sin depender de determinados patrocinios, censores (y auto-censores) y las ideologías hegemónicas de cada época.
Erna es una madre soltera del sur de la península de Jutlandia. Aunque no lo mencionan en la película -no entendemos por qué-, las provincias danesas de Schelswig y Holstein fueron arrebatadas por Bismark a Dinamarca en 1864 tras una guerra, y no fueron devueltas hasta la derrota militar alemana en la Gran Guerra. Debido a esto, en 1918, cuando el ejército alemán estaba comenzando a colapsar, se llamó a los hombres mayores de edad de origen danés a incorporarse a filas. Kalle, el hijo de Erna, es uno de ellos. Para asegurarse de que no le pase nada y volver con él, Erna se hace pasar por un soldado alemán y lo acompaña al frente.
La película mezcla una especie de antimilitarismo -nos encontramos, por ejemplo, con las horribles condiciones de las trincheras, o con el asesinato sin miramientos de desertores a manos de los alemanes- con reivindicaciones nacionalistas danesas, puesto que era un contingente social y nacional que no se sentía para nada cómodo luchando en una guerra que le era ajena. Y también con cuestiones que podríamos definir como feministas o incluso transfeministas: travestismo, intentos de violación frustrados, el papel de la mujer en la guerra… Y también nos encontramos las típicas movidas de duelos entre machos por una mujer, pero bueno, es el cine, qué le vamos hacer.
Nos ha recordado mucho a la película La France (Serge Bozon, 2007), aunque ésta tiene connotaciones mucho más manifiestamente antimilitaristas que la que estamos describiendo. Aunque en ambos casos nos encontramos el papel de la mujer macrocuidadora, ya sea por el marido o por el hijo, que es capaz de ir a la guerra para protegerlo.
En junio de 1942 el pueblo de Lidice, actual República Checa, desapareció de la faz de la tierra tras una represalia por parte de las fuerzas ocupantes nazis. La Gestapo y el ejército se habían inventado una trama policial que inculpaba a habitantes del pueblo con el atentado contra el Protector de Bohemia y Morava y tercero en el escalafón de la jerarquía nazi, Reinhard Heydrich. Se asesinó a todos los hombres, adolescentes y niños, ya fuera fusilados o gaseados, y se deportó a todas las mujeres a campos de concentración, donde murió una buena parte debido a las condiciones.
La película nos sitúa además en una trama carcelaria: el protagonista ingresa en prisión en 1939 tras matar en una trifulca familiar a uno de sus dos hijos. Esto nos permite ver los cambios que se dan en prisión según avanza el dominio nazi: cambios de galería para presos políticos, la colaboración de las autoridades carcelarias con el III Reich, un carcelero que colabora con la resistencia, la explotación laboral contra los presos para beneficio de los nazis… y el escarnio al que se ve sometido una vez sale de la prisión, repudiado por la nueva Checoslovaquia una vez acaba la guerra.
Cabe destacar también el importante papel que jugó la policía checa en la matanza y en general en la colaboración con el Reich, sin la cual la represión hubiera sido mucho más complicada. El nazismo tenía métodos disuasorios efectivos para conseguir que la gente caminara hacia su asesinato sin rechistar, y el colaboracionismo que hallaron allí donde invadieron fue uno de los principales.
Nos temíamos un final más “democrático” en el mal sentido de la palabra con esta película. Porque así suele ser en piezas cinematográficas que hablen del medio ambiente y/o el daño que se hace a los animales no humanos. Y no es tan así, razón por la que esta película se encuentra en este blog.
La protagonizan una pre-adolescente y un perro llamado, entre otros nombres, Hagen. Las ordenanzas húngaras sobre la tenencia de “mascotas” caninas en ciertos espacios son mucho más restrictivas que las de, por ejemplo, el Reino de España, y hay además una fijación por la pureza de raza de las mismas (luego nos encontramos con ultraderechistas en el gobierno y apaleos contra la población refugiada, por algo se empieza siempre a ser un poco nazi). Pero en la película las colocan aún más restrictivas de lo que ya son, monitoreando el tipo de canes con quienes vive la población en su casa. Esto implica que Hagen termine abandonado en una carretera. El adorable Hagen terminará siendo un asesino nato, y acabará por provocar una revuelta en la perrera municipal que se acaba extendiendo a toda la ciudad, con asesinatos diversos de seres humanos que, según hemos podido ir viendo en la película, se lo merecían mucho -ojalá aspectos como éstos ocurrieran en la realidad, la verdad-. La propuesta de la película, situando en papeles principales a cuadrúpedos con agencia para llevar a cabo actos políticos de rebelión, es cuanto menos tremenda, aunque advertimos que hay escenas muy duras que les pasan a los pobres animales, entendemos que ficcionadas.
Nos ha sorprendido la excelente manera de actuar ante las cámaras de estos perros. Lo cual por una parte nos preocupa, porque o han tenido que tomar tropecientas tomas para poder elegir la mejor en cada escena perruna, o los han tenido que entrenar, lo cual no nos hace del todo gracia dado el especismo que hay detrás. El equipo de rodaje aseguró que se respetó en todo momento a los cuadrúpedos, y de hecho quienes provenían de perreras, que eran la inmensa mayor parte de quienes aparecen en la película, fueron adoptados tras la realización del film, lo cual nos alegra mucho.
La llegada del punk a la Unión Soviética fue tan polémica como al otro lado del telón de acero: escarnio social, detenciones, rechazo, investigación como posible elemento subversor del orden social… En este caso, no gustó que fuera un producto cultural del Occidente capitalista, aunque fuera contracultural y políticamente anticapitalista, pero vehiculado mediante la lengua y los cánones del enemigo. Tampoco gustó el descontrol de sus conciertos con gente botando y disfrutando manifiestamente, como queda bastante latente en la película, pues rompía los conceptos de orden y disciplina soviéticos. Y tampoco gustó el rollo antisocial que exaltaba el pasotismo, el alcohol y el resto de drogas, como hacen con su banda los protagonistas de esta película
Sin embargo, hubo algo que tampoco gustó a las autoridades soviéticas y a los partidos comunistas del lado este del Telón de Acero: la crítica política del punk de regusto antiautoritario, crítico con el capitalismo pero también con el autoritarismo soviético y sus sucedáneos europeos. Esto conllevó allanamientos de la policía en conciertos, arresto a integrantes de bandas, investigación por parte de las policías políticas y servicios de inteligencia (KGB, Stasi…) y envíos forzosos a la guerra de Afganistán, lo cual en parte aparece en la película, pero sin recalcar que fue una tendencia general para quitarse jóvenes inconformistas de en medio, no sólo punks, sino pobres y marginados sociales en general. En la RDA, por ejemplo, las autoridades comunistas dejaban funcionar con menos represión a los pujantes grupos de neonazis que a los jóvenes punk. Por desgracia, este potencial que podía haber aparecido en una película sobre punk bajo la hoz y el martillo no aparece, lo cual nos ha defraudado bastante y ha hecho que no nos molestemos a usar el espacio correspondiente que hubiera ocupado en nuestros discos duros.
Algunos de estos elementos y unos cuantos más aparecen bien retratados en la película, como la aparición de las primeras discográficas y sellos de punk rock, que hacían malabares con las autoridades políticas para que la cosa pudiera seguir para adelante. Sin embargo nos encontramos con punks que casi exclusivamente se dedican a drogarse, tener heterodramas y oponerse al orden social por cuestiones bastante poco trabajadas, más por rebeldía juvenil que por lo injusto del sistema de entonces, estratificado en clases, en mitad de un clima políticamente muy autoritario derivado de la re-estalinización aupada por Brezhnev, en un contexto geocultural oprimido por la hegemonía política imperialista rusa, y con una guerra impopular de fondo que, aunque la excusa era ayudar a un partido comunista afgano sacudido por fundamentalistas musulmanes armados por EEUU, tenía motivos geoestratégicos detrás relacionados con las materias primeras de la región (vamos, como en 2001).
La realidad, de hecho, no fue así. Kinó, la mítica banda rusa retratada en este film, tuvo gran parte de los elementos autodestructivos que caracterizaron en gran parte al punk, elementos que no ocultan en sus canciones, pero en su efímera discografía también trataron otros temas digamos “poco soviéticos”: el absentismo laboral, la pobreza social, la oposición a la guerra y la crítica a la energía nuclear -crítica realizada, por cierto, poco antes de que explotara uno de los reactores en Chernobyl, con sus consecuencias-. Haber omitido todos estos elementos, y la ausencia de adecuada contextualización política de su arte, nos parece premeditado, quizás para vender, quizás para ocultar el pasado y despolitizar el punk, una línea que lleva años recorriendo esta parte de Europa, y no descartamos que lleve tiempo ya asentándose en el este.
No está carente de interés, pero podríamos haber tenido mucho más.