Título original: Yo también soy puta Dirección: Varias Autoras Guion: Coni Docolomanski, Julian Coraggio, Marta García, Ana Pau País: Reino de España Año: 2006 Duración: 33 min.
En 2005 entró en vigor una ordenanza en la ciudad de Barcelona que sentaría las bases de muchas otras ordenanzas despóticas. Bajo el ayuntamiento ‘socialista’ de Joan Clos, se prohibieron multitud de conductas en la calle bajo amenaza de multa que tienen que ver con la pobreza: dormir en la calle, comer, pedir… y la prostitución. Esto ocurre en mitad de un proceso de gentrificación en el principal barrio donde tiene lugar esta profesión: el Raval, conocido tradicionalmente como barrio chino.
Este documental nos habla del primer movimiento de prostitutas que tuvo lugar en la Barcelona de entonces, poniéndonos como protagonistas a las prostitutas, con las manifestaciones, los primeros discursos en torno a este tema, la cuestión de la población migrante, los abusos de la policía, la creciente violencia inmobiliaria… Todo muy bien hilado, con imágenes que no distan demasiado del reciente movimiento proderechos de las trabajadoras sexuales, y con discursos que se nota que no están tan afilados como en la actualidad, tras más de 15 años de movilización continuada con incrementos como el actual, pero que en su época fueron tan rupturistas que lo seguirían siendo a día de hoy, puesto que las trabajadoras sexuales siguen en una importante indefensión social, sindical y jurídica.
En julio de 2011 tuvo lugar el mayor ataque terrorista en suelo noruego, cuando Anders Breivik hizo explotar un coche bomba en el barro gubernativo de Oslo y una hora después apareció en la isla de Utøya, donde tenía lugar un campamento organizado por las juventudes del entonces gobernante Partido Laborista Noruego, armado y con abundante munición. El saldo fue de más de 70 muertos, un centenador de heridos y cientos de casos de estrés post-traumático. Breivika día de hoy sigue en prisión, sigue sin arrepentirse y es vanagloriado por neonazis de todo el mundo que comparten su repugnante cosmovisión. La película parece pretender hacer una advertencia a los peligros del fascismo creciente en Europa, y su forma de hacer es una película de alta calidad cinematográfica y cuenta con un realismo con pocos precedentes a la hora de abordar una masacre de este tipo. Los personajes no son reales, sino que están basados en testimonios de personas reales, y la duración del film coincide con la duración de la masacre, hasta que la isla se llenó de policías que detuvieron al asaltante. La protagonista es una joven que va transitando por diversas partes de la isla, encontrando gente herida, cadáveres, gente escondida en lugares insólitos y te contagia con facilidad el miedo que padece. Y todo en un único plano, para mayor mérito y para mayor agobio de sus espectadores.
Título original: Cheolgil ueseo Dirección: Kim Song Gyo Productora: Korean Film País: Corea del Norte Año: 1960 Duración: 90 min.
Durante la Guerra de Corea, un tren cargado de materiales de factoría en dirección a PyongPyang es interceptado por las fuerzas estadounidenses y surcoreanas. A partir de aquí asistimos a una historia que combina espionaje, fuerzas guerrilleras y resistencia comunista frente a injerencias capitalistas. Alejada del panfletarismo nacionalista y del culto al líder de buena parte del cine bélico norcoreano, nos encontramos con una historia muy entretenida que encantará a la gente aficionada a los trenes, al cine bélico y al cine guerrillero de retaguardia -con especial protagonismo en las mujeres guerrilleras, dicho sea de paso-.
Julio Blanco es el propietario de Balanzas Blanco, una empresa dedicada a la construcción y distribución de básculas. Va de empresario guay, que quiere mucho a sus trabajadores, que los consideras como hijos y hermanos bajo discursos muy paternalistas, y que la empresa en una gran familia. Relanzando discursos corporativos al estilo franquista, compara la empresa con un cuerpo social, en el cual obviamente él es la cabeza. Ya en la primera escena vemos que la cosa no es tan verídica: un trabajador despedido viene a rendir cuentas. Además de los despidos improcedentes, lo veremos metido en prácticas mafiosas, acoso sexual al personal femenino joven, control sobre las vidas de sus empleados -e incluso sobre la de la esposa de uno de ellos, a quien ni siquiera tiene contratada-, relación con neonazis o algo muy parecido, juegos de poder en plan poli bueno / poli malo, manipulaciones de lo más burdo a lo más sofisticado… una tremenda película que define parte de la casta empresarial española y que parece tener como una de sus moralejas que no te fíes de tu jefe guay.
Ambientada en el campo de concentración de Buchenwald en marzo-abril de 1945, en el contexto en el que las fuerzas armadas estadounidenses están cada vez más cerca del campo y los nazis que lo gestionan cada vez más asustados, un polaco deportado aparece con un niño escondido en una maleta. En el campo opera una célula comunista bien asentada que ha logrado años funcionar a escondidas de la directiva del campo, incluyendo acopio de armas de fuego con el fin de sublevarse cuando las condiciones idóneas llegaran, y precisamente en el contexto en el que parte de la directiva del campo quiere descubrir y suprimir esta célula, los presos terminan haciéndose cargo del niño ocultándolo de los mandos nazis.
La película nos muestra además las condiciones del campo, alejándose de las típicas imágenes de sufrimiento pío de las víctimas frente a la maldad satánica de los nazis. Los nazis tienen disputas entre ellos, principalmente alentadas por la posibilidad de que terminen delante de un tribunal de guerra una vez derrotado el III Reich, y los presos no se dejan matar sin oponer resistencia. Sufren, reciben torturas de todo tipo y sometimiento cotidiano carcelario, pero también tienen agencia, se rebelan, se resisten a hablar y finalmente la película nos muestra la insurrección que tuvo lugar en Buchenwald, que terminó con las fuerzas de los EEUU entrando en un campo que ya se había liberado a sí mismo, al contrario que en la mayoría de casos. Y lo que es muy importante: son de lugares diferentes de Europa, ya que en las películas del Holocausto parece que todos los presos son iguales. Tienen problemas de comunicación por no hablar bien la lengua del otro, y aunque los principales grupos son los polacos y obviamente los alemanes -Buchenwald estaba principalmente poblado por ‘presos políticos’, por llamarlos de alguna forma, no hubo tantos judíos como en muchos otros, aunque otros grupos destacados de gente presa en el campo, como los testigos de Jehová y los homosexuales, no aparecen en el film-, también escucharemos hablar castellano en un par de ocasiones, puesto que bastantes exiliados de la República Española capturados por los nazis o sus aliados acabaron en este campo.
Pauline es una enfermera a domicilio, madre soltera de dos criaturas y una persona reputada por ello en su localidad, que no ha tenido contacto con la política más allá de las ideas comunistas de su padre. En cierto momento su compañero de trabajo y médico de familia le propone presentarse como alcaldesa para su pueblo por un partido de extrema derecha francés que tiene demasiados parecidos con el Frente Nacional actual: su discurso identitareísta islamófobo y anti-inmigración, su remarque permanente de que no son racistas, el liderazgo de una mujer de mediana edad rubia y separada de un padre también político fascista, un pasado de integrantes del partido vinculado a grupos neonazis… El resultado podemos imaginarlo, desde la polarización social que esto genera en el pueblo y en el ambiente de Pauline hasta las agresiones racistas que el discurso del partido fomenta.
La película podía haber profundizado e ir más, allá, pero para el contexto francobelga actual, esta película aporta un buen prisma de la ultraderecha francesa: los retorcidos discursos rollo derecha alternativa con el fin de llegar a todo el mundo – decir no ser de izquierda ni de derecha, decir no ser racista sino identitarios, instrumentalizar la lucha de las mujeres colocando mujeres en puestos clave-, los contactos entre los fascistas ricos trajeados con los neonazis que pegan a chavales sin papeles, la instrumentalización del conspiracionismo -en concreto el llamado ‘Gran Reemplazo’, aunque no lo llaman así en la película, los contactos internacionales con grupos similares como los nacionalistas walones, el uso de redes sociales, aplicaciones de mensajería instantánea y blogs de frikis racistas pegados a internet como medios de propaganda, la capacidad de convertir en víctimas a las personas blancas de ultraderecha a pesar de haber potenciado agresiones racistas… Nos hubiera gustado ver algunos temas más, como el uso de personas racializadas y LGTBI por parte de la ultraderecha, o la presencia de movimientos sociales -feministas, antirracistas, antifascistas, de disidencias sexuales…- en la vanguardia de la lucha en la calle contra esta gentuza, lo cual aparece poco y bastante descafeinadamente para lo que es la realidad… Igualmente, la película da un buen retrato de gran parte de la ultraderecha francesa y la deja como lo que son, un grupo de escoria política que busca empeorar las ya demacradas condiciones de vida de la gente racializada que vive en Francia, e instrumentalizar a las personas blancas desencatadas con el sistema político hegemónico para que se enfoquen en otras problemáticas lo más alejadas posibles de la raíz, que viene a ser la sociedad de clases, entre otras cosas. Y esto queda claro en la película en la escena en la que un personaje de la película discute con Pauline y le pregunta si ella ha tenido algo que ver en el programa político de su campaña, o si es casualidad que toda la cúpula de la organización sea gente de clase alta.
A finales de los años ochenta la localidad de Yonkers, en el estado de Nueva York, vivió una polarización social profunda derivada de la construcción de viviendas sociales en emplazamientos vecinos a casas de personas blancas de situación económica privilegiada. La serie nos realiza una crónica centrada a las personas protagonistas de estos hechos a lo largo de cinco años: concejales, alcaldes, funcionariado municipal, vecindario blanco, movilizaciones de colectivos antirracistas, personas que optan y que finalmente ocupan las viviendas sociales… Como es habitual en las obras en las que participa David Simons, nos encontramos con una narración de los entresijos del funcionamiento del poder político estadounidense, en este caso a nivel internacional: conflictos y deshonestidades internas en el ayuntamiento y dentro de los propios partidos que lo componen, relación con el poder judicial y la prensa, promesas que se incumplen al llegar al poder, coqueteo con políticas claramente racistas si ello es instrumentalizable, instrumentalización de políticas antirracistas si con ello se puede hacer carrera política… Y en medio de todo esto, personas afectadas por la marginación social por motivos raciales y clasistas teniendo que soportar a un vecindario que les insulta, se manifiesta en contra o hizo pintadas fascistas e incluso atentados con bomba durante la construcción de sus viviendas.
Tremendo cuadro social de los Estados Unidos basado en un proceso político y social real. Muy recomendable.
Esta miniserie acompaña desde los días previos a la invasión de Irak de marzo de 2003 a pocos días después de la caída de Bagdag (aproximadamente un mes) a un regimiento de los Marines de los Estados Unidos, cuerpo de élite del ejército de los EEUU vanagloriado por tropecientosmil películas y videojuegos. En esta producción audiovisual la cosa no es tan épica. No somos capaces de hacer un recuento de la cantidad de lamentabilidades en relación a la actuación de los EEUU sobre Irak y en concreto a las protagonizadas por este cuerpo de fanáticos patriotilleros archi-racistas, machistas, homófobos, violadores en potencia y con claras tendencias a la ultraderecha en diversos casos. Podemos ver desde asesinatos directos contra civiles, prisioneros, infantes y explosiones de pueblos enteros por la simple sospecha -finalmente desacreditada en todos los casos- de que había combatientes iraquíes escondidos. La mayoría de las veces estos crímenes de guerra generan tensión internas, pero todo acaba difuminándose en intentar taparse todo el mundo mutuamente para evitar represalias y malos royos dentro de la compañía.
La serie no trata de hacer una crítica panfletaria antibelicista, sino que procura mostrar la situación tal y como es, mostrando también los lados humanos de estos jóvenes y no tan jóvenes, carcomidos en todos los casos por la situación de guerra. Algunos dudan y tienen conflictos internos grandes, pero finalmente prosiguen adelante con todo esto. La presencia de un periodista de la revista The Rolling Stones desde el inicio de la invasión sirve como elemento externo que extrema todavía más la tensión ante situaciones criminales presenciadas por un civil, que es a menudo ninguneado, devaluado y su presdencia provoca rebuscadas justificaciones de comportamientos que bajo ningún concepto, incluida la guerra, son justificables.
El racismo es un elemento realmente presento a lo largo y ancho de toda la serie, ya sea contra ‘aliados’ (miembros no blancos de los Marines, el traductor militar, civiles iraquíes pro-estadounidenses, aliados kuwaitíes…) o contra los iraquíes, ya sean soldados o civiles. Y se desarrolla desde imitaciones vergonzosas del acento de la zona al hablar inglés hasta la justificación de asesinatos a sangre fría, pasando por un abanico de situaciones gravísimas, algunas de ellas protagonizadas por soldados y oficiales que podrían militar perfectamente en una agrupación supremacista blanca en la vida civil.
Por último, queda la reflexión que sobrevuela toda la serie y sobre todo el último capítulo sobre si la intervención de EEUU en Irak -denominada oficialmente ‘Libertad para Irak’- estaba o no justificada y ha mejorado o empeorado las cosas. En cierto momento de la serie los soldados reciben la orden de dejar el equipo protector de armas químicas y nucleares sin más profundización, dejando claro que la excusa de las armas de destrucció masiva que posería Saddam Husseín era una trola. En otro momento se permite que Bagdad sea un campo de batalla sin cuartel entre bandas mafiosas y entre chiíes y sunníes sin que los militares estadounidenses quieran arriesgarse a poner orden a costar de perder efectivos y material bélico. Las instituciones iraquíes dejan de funcionar y en la ciudad y gran parte del país se vive un éxodo masivo, una toma de control de ejércitos paralelos de ciertos territorios y una ineficiencia absoluta de los servicios ciudadanos básicos, lo cual, acompañado del asesinato de civiles -incluyendo niñes- a manos de bombas y misiles de la coalición EEUU-Gran Bretaña-Reino de España o directamente de los cañones de las armas automáticas de los militares, deja bastante en tela de juicio la intervención occidental salvadora sobre el país. De esto se dan cuenta perfectamente varios de los marines protagonistas de la serie, que tampoco quedan exentos de recibir estas críticas de parte de mujeres iraquíes indignadas por la pérdida de familiares, y de una occidental que les escupe a la cara que en realidad están ahí por el petróleo. Pero nuestros protagonistas son militares, están ahí para obedecer, incluyendo obedecer órdenes lamentables de superiores más que discutibles y con grandes problemas de respetar la Declaración Universal de los Derechos Humanos, elemento que también sirve en la serie para ver cómo la cadena de mando y las decisiones tomadas por la misma llevan a situaciones del todo lamentables para todo el mundo, marines y sobre todo iraquíes.
Una serie muy recomendable, muy dura en diversos momentos -aunque no es demasiado gore, pero contiene escenas realmente sobrecogedoras- y que a las personas que vivimos la guerra de Irak desde países beligerantes como el Reino de España nos recordará momentos buenos y malos y nos hará sentirnos cómplices indirectos de estos crímines contra la Humanidad que aparecidos en la serie, y a la vez nos hará sentirnos más felices de haber ido a las manifestaciones contra la guerra en el caso de haber ido.
En un pequeño pueblo sueco el índice de delincuencia es tan bajo que desde la dirección de la policía se decide cerrar la comisaría y despedir o prejubilar a toda la plantilla. Para evitarlo, los agentes deciden comenzar a cometer delitos con el fin de aumentar la criminalidad del pueblo y mantener su trabajo.
Estamos ante una película cómica, y por tanto que exagera las situaciones que describe, pero la película es un cuadro bastante fidedigno -y aquí radica que haga gracia- de situaciones lamentables que ocurren en general dentro de los cuerpos policiales: desde los estereotipos de policía (el burócrata, el flipado, el machito, la policía casada con otro policía…) que aparecen llevados hasta sus últimas consecuencias, hasta los discursos propios de la policía y de sus ignominiosos sindicatos (hace falta más policía, discursos del miedo, exageración de la delincuencia…). Aunque el centro de la película es que los policías son unos incompetentes, el centro del argumento no es que sean gilipollas y te ríes de ellos por lo gilipollas que son, al estilo de películas como Loca academia de policía y sus infinitas sucesiones. El germen que hace gracia y a la vez denuncia una práctica policial concreta es que todos los delitos que tienen lugar en la película los comete la policía, una práctica que es real, que está detrás de los engordados porcentrajes de delincuencia, y que muchos de los delitos que no cometen los instan (por ejemplo, unos disturbios tras un clima de tensión e intentos de detenciones arbitrarias generado todo por la policía) y que, según Foucault, es su naturaleza de ser, puesto que la policía no está para prevenir el crimen, sino para encauzarlo hacia los lugares que el poder -y que la policía, como parte de él y como parte autónoma del mismo a la vez- considere que le generan beneficios a diversos niveles.
Título original: Q: Into the Storm Dirección:Cullen Hoback Guion: Cullen Hoback Fotografía:Cullen Hoback Productora: HBO Max, Impact Partners, Sandbox Films. País: Estados Unidos Año: 2021 Duración: 55 min.
Nos ha petado la cabeza muchísimo con este documental. Cualquier reseña que hiciéramos se quedaría corta. En una mezcla de conspiracionismo, políticas de la derecha alternativa o directamente neonazis, debates sobre la libertad de expresión y las nuevas tecnologías de la comunicación derivadas de diversas plataformas de internet, surgió en el año 2017 en diversos foros de internet que permitían apología de cosas horribles justificándolas como libertad de expresión (como apología del nazismo y del Holocausto, entre otras cosas) un usuario llamado “Q” que hacía predicciones y dejaba entrever que provenía del aparato del estado de los EEUU. Esto derivó en un movimiento conspiracionista de cientos de miles de seguidores que venía a considerar al por entonces presidente de los EEUU Donald Trump como defensor de la población media estadounidense en contra de una élite política que hace rituales satánicos, come bebés y hace orgías pederásticas -con especial énfasis en políticos del Partido Demócrata-.
Cualquier persona que conozca la deriva de las políticas de la ultraderecha de los últimos años con este relato ya puede pillar algunos elementos: el conspiracionismo, tan presente en el imaginario del fascismo histórico (desde los Protocolos de los Sabios de Sión, falsificados por el zarismo para justificar los progromos antisemitas y resucitado por el nazismo alemán un tiempo después, hasta la conspiración judeomasónica a la que Franco aludió durante toda la dictadura, incluyendo su
última aparición pública), el rollo populista de derecha de la salvación de los ciudadanos de bien (exaltado por la Derecha Alternativa, en este caso mezclado con patriotilleos estadounidenses tan casposos como siempre hemos ido sufriendo en las películas yankis) y la instrumentalización de los recursos internáuticos, incluyendo youtubers propios -‘Qtubers’- y discursos rancios antifeministas que conectan con la proliferación masificada de políticas ultraderechistas aprovehcando ciertos filones en los últimos años. Para ello 4chan, y más tarde 8chan, donde posteaba Q, tuvieron un papel determinante, hasta que comenzaron a recibir boicots de ciertas autoridades judiciales tras la perpretación de masacres de contenido racista llevadas a cabo por ultraderechistas que posteaban y retransmitían la acción en directo por dichos foros.
El documental nos sirve para entender cómo está siendo la deriva de las políticas de la ultraderecha contemporánea, en proceso de reconstrucción y resurrección y una vez más copiando todo tipo de tácnicas posibles a sus objetivos a batir (como muchos discursos antisistema, o las tácticas de Anonymous en Internet), con un público al que dirigirse nuevo y unos medios nuevos (peña usuaria de internet, ciertas tribus urbanas, frikis…) y valiéndose de políticas que no son estrictamente de ultraderecha, aunque compartiendo puntos al respecto, como el conspiracionismo, que en diversas ocasiones empieza como una crítica al poder y, debido a su incapacidad o simple falta de interés de ahondar en las cuestiones que critica, termina mezclándose con teorías de contenido machista, homófobo, racista y supremacista blanco, como el Gran Reemplazo, la Agenda 2030 o revisionismos históricos de regímenes fascistas del siglo XX.
Por otro lado, nos encontramos el debate de la libertad de expresión. Un debate que nunca empieza desde un punto 0 y nunca se debate desdela neutralidad. La libertad de expresión, dentro de la lógica liberal, es un derecho, a la vez que dentro de muchas otras lógicas liberales no es un problema el linchamiento de personas negras, el asesinato de mujeres trans o las violaciones (de hecho, tampoco fue un problema para el movimiento Qanon que Trump tuviera una relación de amistad con Jeffrey Epstein, violador de miles de menores, ya que pederastas son sólo nuestros enemigos). Esta mezcla, dentro de una sociedad donde sólo es un derecha la igualdad legal, convierte la libertad de expresión es un privilegio de una porción concreta de la sociedad. A las personas asesinadas o reducidas a caldo en la sociedad capitalista la libertad de expresión no les sirve de nada, sólo le sirve a las personas que pueden usar este derecho constitucional para humillarlas más. Lo más cachondo de este documental es que nos encontramos a personas oprimidas debido a cuestiones de capacitismo o racismo valiéndose de estas exaltaciones de la libertad de expresión para promover canales y foros en los que se permite el enaltecimiento del racismo y del exterminio de las personas discas. Mientras vaya de dinero, da igual el tipo de valores que vayan asociados. Si hay que defenderse legalmente, o montar páginas de internet, es indiferente si los patrocinadores están vinculados a grupos de ultraderecha, o si utilizan guiñitos claramente neonazis. A algunas de las personas que aparecen en el documental sólo les importa el dinero, o al menos en apariencia, porque en ocasiones queda bastante en entredicho que estén al margen de la política, y puede que ahí haya algo más que el mero lucro político, y al final resulte que estas personas forman parte de ese “estado profundo” y de esa “élite política” contra la que decía ir Q, salvo que, como hace siempre la ultraderecha y sus sucedáneos, en este caso sería el poder real y no un jueguecito para desviar la atención.
Recomendamos encarecidamente su visionado bajo todas las palabras que sean precisas. Muy recomendable.