Historias de San Francisco

Título original: Tales of San Francisco
Dirección: Lauren Morelli, Alan Poul, Silas Howard, Stacie Passon, Kyle Patrick Alvarez, Patricia Cardoso, Sydney Freeland
Guion:
Lauren Morelli, Andy Parker, Marcus Gardley, Hansol Jung, Thomas Page McBee, Patricia Resnick, Armistead Maupin
Música: Jay Wadley
Fotografía: Federico Cesca
Reparto: Elliot Page, Laura Linney, Charlie Barnett, Murray Bartlett, Olympia Dukakis, Paul Gross, Christopher Larkin, Molly Ringwald, Michelle Buteau, Sebastian Chacon, Nelson Ascencio, Teddy Cañez, Gamze Ceylan
Productora:
Netflix
País: Estados Unidos
Año: 2019
Duración: 600 min.

Tales of the City (Historias de la ciudad) fue una referencial serie estrenada en 1993 y que narraba también diversas historias personales en San Francisco, y que en su día fue enormemente polémica al hablar abiertamente de sexualidad, homosexualidad e incluso llegando a mostrar algunos desnudos -algo completamente impugnado en la cultura de los EEUU-. A pesar de darle índices de audiencia históricos a la PBS (la televisión pública estadounidense), las quejas fruto del contenido de la serie hicieron que el gobierno la amenazara con recortarle los fondos federales, y por ello la PBS no renovó las siguientes temporadas (More Tales of the City 1998 y 2001), que acabaron recurriendo a la televisión privada, cuyo financiamiento consiguieron no sin problemas. En 2017 Netflix se haría cargo de la serie, en un contexto mucho más favorable a los derechos LGTBI que veinte años atrás, y comenzaría el rodaje de lo que por ahora es la última temporada de esta mítica serie.

Tales of San Francisco cuenta de hecho con tres personajes de sus anteriores temporadas, incluyendo a las mismas actrices. Una de ellas es de hecho Anna Madrigal -interpretada por la veterana Olimpia Dukakis, que falleció en mayo de 2021-, la matriarca de Barbary Lane, el edificio en una pequeña colina de San Francisco donde viven la comunidad que protagoniza las diversas temporadas. Pero hay un claro giro de guion: Anna Madrigal es una mujer trans, y para ello habrá una retrotracción a 1966, año en que ésta llega a la ciudad huyendo de su familia para poder vivir como una mujer, y allí hace amistad con las travestis callejeras que terminarán protagonizando una de las primeras revueltas transmaricabibollo de la historia: Los disturbios de la cafetería Compton’s.

La serie realiza una transición -nunca mejor dicho- excelente entre las temporadas previas y ésta nueva, actualizándose al contexto de la actualidad, por lo que en esta última temporada los temas protagonistas son la comunidad LGTBI -con un énfasis especial en las personas trans- y la gentrificación. La mayoría de los personajes de la temporada no son cisheterosexuales, y además buena parte coincide en un local de ambiente de la ciudad, y nos encontraremos con experiencias muy cercanas a la cotidianidad LGTBI: la bisexualidad, las transiciones de género en parejas, personas trans no heterosexuales, cómo interseccionan la edad, la clase, la salud y la raza… Y en una ciudad que a día de hoy es imposible vivir fruto de los excesivos precios, tras haber sido obligada gran parte de su población a vivir en otros puntos de la Bahía y comerse una hora o más de coche o transporte público en desplazamientos a sus trabajos, Anna Madrigal recibe un chantaje para traspasar Barbary Lane bajo la amenaza de revelar aspectos pasados turbios de su vida. Esto le genera una tremenda jaqueca a les protagonistas, puesto que se ven incapaces de vivir en San Francisco si no pueden vivir en dicha finca, y provoca tensiones en las parejas que viven y replantearse su existencia entre todo el mundo en general. Terminaremos viendo algo que parece una concentración queer para evitar un desahucio, aunque no queremos hacer muchos spoilers.

Nos ha gustado mucho cómo trata todos estos temas la serie, además de con un humor y un mimo que ya proviene de las temporadas anteriores. Las únicas objeciones que podemos tener a la serie, además de que hay en general una clara representación de la clase media y/o propietaria frente a la gran masa de personas LGTBI que viven con mucho menos nivel de vida del que aparece en la serie, es el capítulo en el que retratan 1966 en el barrio del Tenderloin, donde estaba Compton’s. La película recae en algo tan yanqui como es el individualizar procesos colectivos, y al hacerlo consigue dar una visión de la revuelta como algo espontáneo, sin un contexto previo y sin una autoorganización posterior, únicamente limitada a la visión de la protagonista, su contexto personal y la violencia ejercida por la policía. En la realidad, el año anterior se había creado en el barrio Vanguard, compuesto por chaperos y travestis que ejercían el trabajo sexual, que estaba organizando a las disidentes sexuales y de género, con la ayuda de una Iglesia metodista proLGTBI de la zona. Sus miembros, fruto de su trabajo de concienciación de la comunidad, comenzaron a sufrir expulsiones de la cafetería y prohibición de volver, llegando Vanguard a convocar un piquete en la puerta de la cafetería el 19 de julio. La tensión fue incrementando hasta que terminó de explotar el 16 de agosto, cuando intentaron echar a todas las travestis y pidieron ayuda a la policía, lo cual aparece retratado en la serie. Obviamente Vanguard participó en los disturbios, que fueron mucho más heavys de lo que aparece en la serie, y no recibieron únicamente las travestis, sino que se destrozó la cafetería y parte de la calle, incluyendo los cristales de un coche de policía. Y más interesante aún es lo que pasó después: la noche siguiente Vanguard convocó una concentración de protesta delante de la cafetería que aglutinó a gran parte de la comunidad queer de la zona, que acabó en disturbios y en volver a destrozar la cristalera de la cafetería, que entró en decadencia y terminaría cerrando pocos años después. Y Vanguard se incrementaría en militancia y llevaría a cabo varias acciones en los siguientes meses, en especial denunciando el maltrato y la corrupción del cuerpo de policía, que las acosaba, detenía y robaba. Que este proceso colectivo no haya salido en un producto cultural tan masivo que podía haber mostrado a la población LGTBI herramientas de lucha históricas tan claras, es cuanto menos triste.

Igualmente, y dicho todo esto, estamos ante un producto cultural excelente y muy digno de ver. Las otras temporadas no están nada mal -reconocimiento que no hemos visto todo, puesto que tenemos vida-, pero en esta última han hecho un ejercicio de actualización digno de aplauso, y de gran calidad política y social. Muy recomendable.

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