Lingui. Lazos sagrados

Título original: Lingui
Dirección: Mahamat-Saleh Haroun
Guion:
Mahamat-Saleh Haroun
Música: Wasis Diop
Fotografía: Mathieu Giombini
Reparto: Achouackh Abakar Souleymane, Rihane Khalil Alio, Youssouf Djaoro, Briya Gomdigue, Hadje Fatime N’Goua
Productora:
Coproducción Chad-Francia-Alemania-Bélgica; Beluga Tree, Made in Germany, Pili Films, Goï Goï Productions, Canal+ International, Proximus
País: Chad
Año: 2021
Duración: 97 min.

María tiene quince años y está embarazada. Amina, su madre, vivió lo mismo a su edad, lo que le valió tener que huir de su casa y buscarse la vida con una hija pequeña. La historia vuelve a repetirse, pero esta vez madre e hija toman la firme decisión de que se le va a practicar un aborto. Pero la película se ambienta en el Chad actual, donde el aborto es ilegal y el Islam, mayoritario en el país, juega un papel fundamental en ello. No en vano veremos en varios momentos del film un tedioso y acosador imán que llega incluso a ir a casa de sus fieles si han faltado a demasiados rezos.

La película nos muestra un cuadro del periplo que tienen que hacer estas mujeres para conseguir el aborto: miedo a la represión, miedo del personal médico por ser sorprendido, imposición de pagar un dinero por ello, las redes clandestinas creadas para practicar abortos -y no sólo para abortos, sino también para realizar ablaciones de clítoris falsas, lo cual nos ha resultado bastante curioso que estas mujeres abortistas se especialicen en ambas imposiciones patriarcales-, redadas policiales, la mirada atenta de un vecindario indiscreto, cuando no directamente cómplice con la estructura patriarcal…

No es sólo un cuadro de una sociedad del Sur Global con una religión monoteísta diferente a la imperante en Occidente, sino que también es un espejo en el que mirarnos, puesto que no hace tantas décadas en la mayoría de Europa el aborto era ilegal y las consecuencias sobre los cuerpos gestantes no difieren demasiado de lo que sale en la película. Podemos mirar al pasado y también al futuro, con una ofensiva de una ultraderecha cristiana fanatizada, retrocesos frente al aborto en EEUU y propuestas de recortarlo de candidatos populares que se postulan a presidentes, y con una parte del “feminismo” -por llamarlo de alguna manera- también ultraderechizada y más interesada en atacar a la gente trans que en defender los derechos de las mujeres, llegando a apoyar candidaturas políticas de partidos que son tan tránsfobos como antiabortistas.

Nos preocupa, ya que conocemos bien la forma de estructurarse la islamofobia francesa, que esta película pueda ser leída en esa clave, ya que a menudo se utilizan discursos pretendidamente feministas para señalar como “retrasados” a países como Chad. Gran parte de esta preocupación viene de ser una coproducción de Chad con varios países europeos -incluyendo Francia, el país que colonizó Chad-. No obstante, Mahamat-Saleh Haroun, su director, es originario de Chad y sigue manteniendo vínculo con el país, a pesar de que lleva desde hace cuarenta años viviendo en Francia exiliado por la guerra. Su cine es de tipo social, representando problemáticas de una sociedad con la que sigue en contacto, y en este caso ha hecho una apuesta política de altos vuelos posicionándose manifiestamente a favor del aborto y contra el machismo de su prohibición, y de otras prácticas como la ablación. La forma en la que la película transcurre, con una destacada agencia de sus personajes femeninos, máximo protagonismo de discursos feministas y que no hay contraposición a un Occidente supuestamente mejor, nos ha dejado con suficiente tranquilidad como para recomendar encarecidamente este film.

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