La doctora de Brest

Título original: La fille de Brest
Dirección: Emmanuelle Bercot
Guion:
Emmanuelle Bercot, Séverine Bosschem, Romain Compingt, Irène Frachon
Música:
Martin Wheeler
Fotografía: Guillaume Schiffman
Reparto: Sidse Babett Knudsen, Benoît Magimel, Charlotte Laemmel, Isabelle de Hertogh, Lara Neumann, Philippe Uchan, Patrick Ligardes, Olivier Pasquier, Gustave Kervern, Myriam Azencot, Pablo Pauly, Eddie Chignara, Raphaël Ferret, Christophe Meynet, Gilles Treton, Garance Mazureck
Productora: Haut et Court, France 2 Cinema, Cofinova, Soficinema 12, SofiTVCiné 3, Palatine Étoile 13, Cinémage 10, Canal+, Ciné+, France Télévisions

País: Francia
Año: 2016
Duración: 122 min.

La película nos aporta el arte del cine para que recordemos uno de los mayores escándalos de la industria farmacéutica de lo que va de siglo: los medicamentos Mediator e Isoméride, de los laboratorios Servier, estaban provocando valvulopatías en el corazón que estaban matando personas. Eran medicamentos recetados a personas diabéticas y catalogadas como obesas respectivamente. Algunas de estas personas eran pacientes de Irène Frachon, neumóloga que por entonces trabajaba en el Hospital Universitario de Brest (Bretaña).

El Isoméride había sido retirado ya del mercado estadounidense en 1997 por sus nocivos efectos adversos, y aún así los laboratorios Servier no iniciaron investigaciones para comprobar la efectividad o posibles riesgos de sus comprimidos. Es más, cuando la doctora Frachon comenzó a tirar de la manta, los laboratorios Servier reaccionaron intentando tapar el asunto lo máximo posible, desacreditando públicamente a quien hablara de la toxicidad de sus medicinas, contrataron un bufete carísimo de abogados encargados de velar por la buena imagen de la empresa, y en último término denunciaron a la doctora Frachon cuando, desesperada ante la inacción de las autoridades sanitarias francesas y la lentitud del proceso en instancias médicas mientras se le morían pacientes, escribió un libro acusando al Mediator de estar detrás de las muertes.

Estamos ante uno de los casos más voluminosos demostrados judicialmente de iatrogenia -es decir, asesinato de pacientes mientras se seguían los procedimientos médicos legales y avalados por la comunidad médica-, que se cobró la vida de cientos de personas, en el que además podemos constatar que la reacción de los asesinos no obedeció a los criterios médicos de salvar vidas como principal objetivo, sino a los de enriquecerse independientemente del daño que hicieran a la salud. Si tenemos en cuenta este caso, podemos hacer una analogía muy parecida a cómo pueden estar actuando las farmacéuticas a día de hoy, con situaciones menos escandalosas o más tapadas mediática y socialmente, más aún en este contexto de aumento de la medicalización social tras el Covid-19. La cosa da cuanto menos miedo.

La película es muy interesante, tiene un ritmo muy acertado, es muy rigurosa a los acontecimientos ocurridos en la historia real -aunque evidentemente hay muchos momentos ficcionados- y consigue explicar los criterios científicos, cuestiones biomédicas y el funcionamiento de la medicina hegemónica al público ajeno a la material. Nos alegramos que la doctora Frachon haya podido vivir en vida una película que ensalza su actividad, un honor mínimo que debiera tener cualquier persona por cuyos esfuerzos se han salvado tantas vidas. Sin embargo, no es tan habitual ver estas experiencias plasmadas en el cine, quizás porque la industria farmacéutica también tiene sus tentáculos en la cinematográfica, y películas como ésta aparecen a cuentagotas.

Muy recomendable.

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