Charlotte tuvo que dejar una talentosa carrera de violonchelista debido a la enfermedad que comenzó a carcomer a su madre. Una década después, tras el fallecimiento de ésta, intenta reengancharse aprovechando una gala que organiza su antigua escuela en Shangai. Allí conoce a Lizzie, otra talentosa violonchelista que ha venido después de ella a la escuela, y no tardan en atraerse mutuamente y terminan liándose. La película parece una apacible historia de jóvenes lesbianas de viaje por el Sudeste asiático de no ser porque se van introduciendo varios elementos que no terminan de cuadrar el bonito cuadro, y tras tropecientos giros de argumento nos terminamos enterando de qué trata realmente la película, lo que la termina convirtiendo en cine feminista puro y duro, con ciertos elementos bastante sobrados y desagradables. Muy recomendable.
Durante los años 10 y 20 las ideas anarquistas comenzaron a tener bastante acogida dentro de la población coreana, ocupada por Japón y bajo un régimen asfixiante que obligaba a buena parte de su juventud a emigrar al archipiélago en busca de trabajos serviles para sus colonizadores. Así fue el caso de Park Yeol, integrante de un grupo anarquista que en 1926 preparaba un atentado que abortó el devastador terremoto que asoló las islas y provocó miles y miles de muertos. Para evitar que la canalización del descontento repercutiera en la clase política y la familia real, el gobierno acusó a la inmigración coreana de provocar robos e incendios, permitiendo la matanza, persecución y detención de miles de coreanos, incluyendo a Park Yeol y otros anarquistas. Tras diversas torturas algunos confesaron a cerca del atentado en preparación, y ello conllevó que Park Yeol y su amada Fumiko, joven pobre de origen japonés, fueran procesados en un juicio de trascendencia internacional que buscaba ocultar y sellar las matanzas ocurridas tras el terremoto.
Aunque con ciertos elementos un poco extraños y a ratos muy pastelosa, la película está muy bien y establece una narrativa bastante acorde con lo poco que ha llegado a esta zona del globo sobre aquellos acontecimientos. Muy muy recomendable, y una buena introducción a un contexto político y social que desde Europa conocemos bastante poco.
Tras intentarlo en 1911 fallidamente, el capitán Yem del ejército independentista coreano reúne en 1933 a un comando con el objetivo de asesinar por fin al jefe de las milicias coreanas al servicio de la ocupación japonesa, y también al gobernador japonés de Corea. Sin embargo, Yem también es un espía al servicio de Japón, y reúne otro grupo de camorristas coreanos para abortar el atentado.
La película es una buena mezcla de acción y aventuras bastante épica. Peca de cierto amarilleo de la historia, presentando a militantes nacionalistas coreanos únicamente como nacionalistas, obviando la diversidad política que había dentro de este movimiento, y la primacía que en muchas regiones, como la de Manchuria, poseían las ideas anarquistas. La propia provincia coreana de Manchuria, que aparece en cierto momento en la película, estaba regida bajo la autogestión, y muchos cargos políticos y militares estaban regentados por anarquistas. Pero, bueno, ya conocemos cómo funciona el cine mainstrem.
En cualquier caso, muy buena película y muy recomendable.
“L’Armée du Crime” fue un grupo de 14 integrantes de la Resistencia Francesa que fue presentado por los nazis y el colaboracionismo francés como un grupo de terroristas desalmados al servicio de potencias extranjeras. La película muestra con acierto, aunque ello conlleva -advierte la película- ciertos cambios en la historia real del grupo, la variedad de la composición de la Resistànce, desde judíos ocultos o exiliados españoles e italianos, hasta liberales y comunistas, pasando por un armenio superviviente del genocidio a manos del Imperio Otomano a inicios del siglo XX. Y muestra también las múltiples tácticas para luchar contra la ocupación nazi, lanzando panfletos, tironeando a mandos de la Wehrmacht de permiso en París, o colocando bombas en lugares estratégicos. Y como ocurrió en la historia, de ahí se pasaba habitualmente a la detención, las torturas y el asesinato, a menos de las fuerzas alemanas y a manos de la policía francesa y la población partidaria del gobierno títere del Mariscal Petàin, que provocaron que la guerra mundial en Francia fuera una semi-guerra civil de proporciones serias.
El asedio de Baler fue el último coletazo del Imperio Español de ultramar, celebrado en la época en mitad de la crisis política del 98 y relanzado por el españolismo más rancio de los años 40′, que realizó la película homónima, repleta de escenas y comentarios que a día de hoy producirían vergüenza ajena hasta a votantes del PP.
La aparición de esta película tiene lugar en un contexto en el que se está cuestionando, especialmente desde América, la colonización española más que nunca, y en el contexto del Procés y de un relanzamiento de la identidad española rancia. Desconocemos si esto guió determinantemente a guionistas y realizadores de la película; probablemente no. Pero la verdad es que la cuestión colonial podría haberse tratado mejor: si no eres consciente de las auténticas atrocidades que la Corona Española cometió en Filipinas, durante los cuatro siglos de colonización y en concreto durante la guerra de independencia, hechos que de haberse realizado medio siglo después se hubieran catalogado como Crímenes contra la Humanidad, quizás pienses que las milicias filipinas que asedian la iglesia de Baler carecen de motivos para estar cañoneando y haciendo morir de hambre a los protagonistas de la película. Razón no les hubiera faltado para haberles hecho cualquier cosa.
En cualquier caso, la película no está mal del todo, tiene escenas muy interesantes, además de que el rigor histórico está medianamente logrado. Parte de la violencia colonial aparece, así como el fanatismo español y militarucho de algunos de los mandos del asedio, que llevan a realizar auténticas barbaridades. España siempre ha sido así, contra sus colonizados y contra sus súbditos de piel blanca. Es por ello que es mejor verla que no verla, pero con su cuidado. La historia se reescribe siempre desde el presente, y si Los últimos de Filipinas de 1945 servía a los intereses del aparato franquista, el ensalzamiento de España realizando una autocrítica de algunos de sus aspectos va con el talante democrático del régimen político vigente.
Financiada por la Yugoslavia comunista de entonces, la película tiene en enorme mérito de situar en la gran pantalla los inicios de la resistencia yugoslava en un remoto 1941, cuando solamente Inglaterra hacía frente al III Reich y el resto de Europa se hallaba rendida o de buen rollito con Hitler. Tal y como cuenta la película, independientemente del interés obvio de sus financiadores, fueron las milicias comunistas las que llevaron a cabo principalmente esta lucha, topándose con ejército alemán infinitamente mejor armado, con disputas internas con las fuerzas liberales que proseguían existiendo dentro de las ciudades y territorios que liberaron, y llegando al enfrentamiento directo con los chetniks, los ejércitos que quedaban del semi-extinto Reino de Yugoslavia, profundamente cristianos y anticomunistas, lo que les llevó al punto de considerar preferible aliarse con el ejército que invadía su país que con las tropas partisanas.
La película no es sólo la típica cinta de partisanos heroicos (y heroicas, la figura de la partisana pervive en cada una de estas piezas, y ésta no iba a ser menos) luchando y muriendo numantinamente contra el III Reich y sus acólitos, sino que también muestra las disputas internas, las diferentes posturas de encarar la política en las zonas liberadas, la represión política y social llevada a cabo por los chetniks contra las poblaciones que habían colaborado con la resistencia partisana o los problemas que encaraba la relación con el gobierno inglés, que recibía informes de la situación en Yugoslavia tanto fraudulentos por parte de los chetniks como ignoraba muchas veces los que ensalzaban a las fuerzas partisanas como las únicas que se enfrentaban a Hitler en la zona. Esto definía quién recibía las armas de un gobierno que simpatizaba ideológicamente con los monárquicos, pero a su vez se veía colaborando con el comunismo para aliviar su propio país de las bombas nazis.
En general, una muy buena crónica de aquel crítico primer momento, y muy recomendable en resumen.
Completa en Youtube. Este archivo, descargado, sirve para estos subtítulos que hemos resincronizado y retraducido, y obviamente está en nuestro archivo.
Título original: L’estratègia del silenci Dirección:Vicent Peris
Guión: Àlex Badia, Dani Fabra, Carlos Torres Prieto Música: Àlex Badia Fotografía:Dani Fabra, Vicent Peris, Clàudia Reig, Andreu Signes
Productora:Barret Films / Mediapro
País: Reino de España
Año: 2017 Duración: 118min.
El 3 de julio de 2006 tuvo lugar el accidente más grave de metro de la historia del estado español, y uno de los más graves a nivel mundial. Y tuvo lugar en Valencia, seis días antes de la ultraesperada visita del papa Benedicto XVI a la capital del Túria. 43 personas perdieron la vida y otras 47 resultaron heridas, algunas de ellas con secuelas de por vida. Para entonces se conocía perfectamente la corruptela que el Partido Popular desarrollaba desde Ajuntament i Generalitat valencianas, aunque la cosa no llegaría a las portadas y los tribunales hasta años después. Esta corruptela conllevó que desaparecieran muchos miles de euros aquellos días con la excusa que venía el Papa, y también que servicios mínimos de seguridad de Metro Valencia y otras empresas de gestión autonómica apenas existieran: la baliza que reducía la velocidad del tren justo antes de la curva donde se produjo el descarrilamiento no funcionaba. La actitud del PP fue en todo momento enmascarar los hechos, untar a los sindicatos ferroviarios, contratar empresas que instruyeran a trabajadores de FGV para que respondieran de forma uniforme, intentar comprar a familiares y heridos con dinero y puestos de trabajo, macarrear a quienes querían hablar del tema, y negarse siempre a reunirse con la asociación de víctimas que se constituyó a raíz del cierre apresurado de la comisión de investigación, que culpaba únicamente al conductor por haber provocado un exceso de velocidad, narrativa que reprodujeron desde los primeros momentos hasta el infinito mediante su principal correa de transmisión mediática: Canal 9.
El tiempo y la constancia de la asociación generó que en 2013 hubiera una nueva vuelta de tuerca: el tema volvió a la vida pública, se intentó reabrir el caso finalmente con éxtio, y a raíz de la llegada de la oposición a la Generalitat se consiguieron las ansiadas disculpas por parte de esta institución. El documental se estrenó en 2018; en enero de 2020 comenzó el juicio, y concluyó el mismo día puesto que cuatro directivos de FGV se declararon culpables de conocer todos los fallos de la línea 1 de metro y no haber hecho nada. Con ello evitaban la cárcel, ya que fueron condenados a menos de 2 años y un día de cárcel y carecían de antecedentes, y también evitaban que cargos políticos más alto fueran juzgados. Una alegría para la asociación de víctimas, que por fin comienza a ver su herida cerrada, pero una muestra más de que, casi que hagas lo que hagas, a la cárcel entra siempre la misma gente, y del mismo modo, hagan lo que hagan, siempre se evaden de entrar los mismos.
El documental tiene una calidad tremenda y es una muestra brutal de cómo ha sido la vida política valenciana de los primeros años del siglo XXI, cuyas consecuencias prosiguen latentes. Muy recomendable.
Título original: Cabanyal any zero Dirección:Frédérique Pressmann
Guión: Alfonso Amador, Frédérique Pressmann Música: Vicente Chust
Productora:Coproducción España-Francia; Dacsa Produccions / Entre2prises
País: Reino de España
Año: 2018 Duración: 133min.
Con la llegada en mayo de 2015 a la alcaldía de Valencia de una coalición de izquierdas, autoerigida “gobierno del cambio”, sustituyendo al PP tras 25 años de corrupción y macroproyectos irrealizables, se abre en el disputado barrio del Cabanyal una puerta a la posibilidad de seguir existiendo, una vez queda definitivamente suscrito que el barrio no será derribado para ampliar la Av. Blasco Ibáñez. Sin embargo, esta puerta abierta también queda abierta para la gentrificación, las inmobiliarias y el turismo, generando que los problemas de exclusión social y marginación de su población más pobre sigas e incluso empeoren.
El documental se desarrolla mediante entrevistas a algunos de los agentes del barrio. Partiendo desde el interés que rezuma, peca de esta visión de “todas las voces son válidas y las pongo aquí y luego el público se hace su idea”. Visión errónea puesto que ni coloca todas las realidades del barrio, ni creo que tenga la misma legitimidad un especulador que se gana la vida tirando a gente de sus casas, o una propietaria que quiere tirar a los okupas de su finca y de las fincas contiguas para que su propiedad se revalorice y venderla a quien pueda comprarla (preferentemente clases altas y habitantes de otros países europeos con mayor poder adquisitivo) y la voz de las personas que sufren estas políticas, condenadas al racismo, la exclusión social, los desalojos, desahucios y otras prácticas de terrorismo inmoviliario, y la represión social en último término.
Aún así, un interesante acercamiento a un conflico que tiene ya dos décadas y parece que todavía durará mucho más.
Aunque lleva tiempo en alcohólicos anónimos y procura rehacer su vida, Joe sigue sufriendo los ecos de su vida pasada: uno de sus antiguos amigos, un mafioso del barrio, amenaza a uno de los chavales a los que entrena para jugar al fútbol con matarlo si no paga lo que debe su novia drogadicta. Aunque recompuesto recientemente tras años de alcoholismo, optará por negociar con el mafioso algunos encargos, mientras que comienza a iniciar una nueva relación con una mujer.
En la línea de Loach, las condiciones de vida que genera el capitalismo son las protagonistas de esta historia: aunque consigas arrebatarle ciertas cotas de poder, los conflictos prosiguen en tu entorno y en tu misma vida. De esta forma enmarca las drogas dentro de la pobreza, porque al fin y al cabo su persecución y su concepción social también son una cuestión de clase. Muy recomendable.
En los años 90, la científica inglesa Melita Norwood reconoció públicamente que en los años 40 había compartido datos del programa nuclear británico con la Unión Soviética. La película ahonda, desde una historia con toques de ficción, en los motivos y en el contexto que llevaron a Norwood (Joan Stanley en la película) a dar este paso: la guerra civil española, la agitación universitaria previa a la guerra mundial, las masacres de Hiroshima y Nagashaki… Muy buena recreación por lado, aunque por otro no deja de caer en los tópicos de mujeres que se entregan a la lucha por amor por otros hombres que ya están en ella. Sin embargo, salvando esto y alguna cosa más, es una película digna de ver, muy bien ambientada en su contexto y recomendable.