Estamos ante la biografía cinematográfica de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, militar y noble castellano que en 1629 fue capturado por el pueblo mapuche en el contexto de la resistencia a la invasión y colonización de la Araucania. Lo que vivió en esta época lo plasmó en un libro que causó revuelo entre las élites locales y metropolitanas, Cautiverio feliz y razón individual de las guerras dilatadas del Reino de Chile, ya que ofrecía una visión mucho más humana del demonizado pueblo mapuche, y porque lo situó dentro de sus cánones como más “civilizado” que la Monarquía Hispánica por su forma de vida y por el trato recibido.
Núñez de Pineda pasó seis meses de cautiverio conviviendo como un habitante más de la comunidad mapuche que lo había capturado, estableciendo lazos afectivos e incluso sexuales con miembros de la comunidad, sin ninguna retención más allá que los peligros naturales que podía correr si huía. Frente a esto, las condiciones de esclavitud y el maltrato que corrían las fuerzas mapuches capturadas salta a la vista, incluyendo matanzas para dar escarmiento.
Esta película mexicana es sin duda pionera en el cine carcelario sobre mujeres. El hilo conductor es la trampa en la que cae Angelina, la protagonista de la película, por la que le acusan del asesinato de un antiguo novio. Así pues, al entrar en la cárcel se da de bruces con toda la situación de violencia permanente y problemas estructurales que convive dentro de los muros. Tenemos el habitual maltrato de los carceleros, la típica carcelera frustrada con fijación por hacer daño a algunas presas en particular, y la infinidad de reclusas que están ahí por sus condiciones económicas y que van viendo su existencia deteriorada. En diversos casos están pagando malos actos de sus novios y maridos, y a menudo son abandonadas por sus parejas masculinas, que no quieren hacerse cargo de ellas y prefieren buscarse otra relación.
La película también sitúa a las presas en rebeldía constante contra la institución carcelaria y contra el patriarcado, aunque no se nombre de esta manera. La solidaridad entre las presas es una constante que llegará hasta límites sorprendentes desde el principio de la película.
En este contexto social, es bastante deseable encontrar una pieza audiovisual que nos hable de lo que diversas ramas de la filosofía social llaman “Uberización de la economía”, en este caso en un sector que la población emplea alegremente sin pararse a pensar en lo que hay detrás. Es una historia sobre las condiciones laborales del mundo del reparto, y de las vivencias que sufren las personas que trabajan como repartidoras. En una de estas empresas trabaja Ricky, que necesita dinero rápido y por ello acepta un contrato deplorable con condiciones muy adversas, pero que le puede dar algo más de dinero si trabaja mucho. Desde los primeros minutos vemos que no le va a salir a cuenta, con diversas irregularidades, malos tratos desde el encargado, solidaridad agónica entre el resto de compañeros…
Sin embargo, la película no se queda en la lamentable vida laboral del padre de familia de toda la vida. También aborda los problemas intrafamiliares, con unos gastos inabordables, un hijo mayor adolescente que se mete en líos a menudo y una hija pequeña a la que hay que ir a buscar al colegio haciendo malabares con los horarios laborales, los vehículos, el cada vez más deficiente transporte público… Porque en esta familia la madre también trabaja, y como se asocia al rol femenino, es un trabajo de cuidados. Trabaja en el tercer sector, asistiendo a domicilio a personas dependientes, mientras tiene que sortear requerimientos imposibles para que una sola persona atienda en tan pocas horas. Una crónica más de la precarización laboral generalizada, con las nefastas consecuencias que tiene para cuidadoras y personas asistidas, pues veremos situaciones de verdadera violencia institucional hacia personas que estuvieron toda su vida trabajando, y en uno de los casos defendiendo sus derechos laborales desde la época de Thatcher.
Muy dramática y triste, pero como la realidad laboral de nuestros días. Muy recomendable.
A raíz de la inmensa cantidad de accidentes de tren que llevan ocurriendo años en todo el norte global, que han dejado miles y miles de muertes en la última década y han provocado fuertes devastaciones climáticas, esta película parece de obligatorio visionado tanto para profesionales como para quienes emplean este medio frecuentemente en transporte o mensajería.
La película es bastante explícita sobre los impactos que genera la oleada de privatizaciones del ferrocarril que llevan asolando Europa desde los años 80. En especial sobre la plantilla laboral, pero también en las infraestructuras. A finales de los 40 el sector ferroviario británico fue nacionalizado, al igual que en muchas otras partes del continente, acabando con el modelo de tropecientas mil empresas ferroviarias compitiendo entre ellas, construyendo tramos paralelos de un mismo recorrido, entorpeciendo el transporte y aprovechándose de obras públicas para su enriquecimiento, como llevaba ocurriendo en los últimos 100 años. Pero con el desmantelamiento del estado del bienestar, estamos volviendo a ese modelo que se había dado por superado por ineficaz, pero que aporta más beneficios a unos pocos que la nacionalización.
Los protagonistas de esta película son una cuadrilla de trabajadoras profesionales del ferrocarril, que por su edad parecen venir de un contexto en el que la privatización aún no se había dado, o al menos la mayoría de ellos. Su enorme experiencia se ve en todo momento mermada por las necesidades empresariales de contratos inestables y al día, separándolos a menudo, dándoles un material pésimo, o mal empleado, y obligándoles a hacer faenas con menos trabajadores de los necesarios, o sin las medidas de seguridad legales. Y siembre bajo el chantaje del despido o de la no contratación.
La intervención británica en Irak en 2003 no sólo llevó allí a sus tropas regulares, en aquel circo mediático sobre armas nucleares inexistentes que ha quedado bien fijado en la memoria colectiva. Las guerras son siempre un gran negocio para mucha gente sin escrúpulos, y las materias primas de los países invadidos no es lo único monetizable. El tema principal de la película son los ejércitos mercenarios que operan en las guerras de este nuevo siglo, como Blackwater o Wagner. En este caso, varias empresas contratistas en coordinación con el Ejército británico llevan mercenarios allá para diversas tareas de apoyo, pero Fergus, el protagonista, llega al punto de no poder más y decide volver. Allí se quedan diversos compañeros suyos, y la película empieza con el funeral de uno de ellos, en concreto de su mejor amigo.
Desde el principio, las circunstancias de la muerte de su amigo no le convencen del todo, así que decide hacer una investigación independiente. Bajo este hilo narrativo, veremos una denuncia explícita de los crímenes de guerra cometidos en Irak, de la complicidad del gobierno británico y la mano ejecutora de las empresas contratistas, de la permisividad internacional del negocio de los mercenarios, los traumas dejados por la guerra y las incapacidades de reparar el gigantesco daño sufrido en estos años por la población iraquí.
Título original: The Spirit of ’45
Dirección: Ken Loach
Guion: Ken Loach Música: George Fenton
Productora: Fly Film Company, Sixteen Films, Film4 Productions País: Reino Unido
Año: 2013 Duración: 94 min.
Al acabar la Segunda Guerra Mundial, Reino Unido se hallaba sumido en una enorme crisis económica derivada de la conversión de la industria al esfuerzo bélico, falta de mano de obra tras el gigantesco número de vidas humanas jóvenes perdidas en la contienda, y con gran parte del tejido urbano, fabril y comunicativo destruido por los bombardeos nazis. Pese a que había sido el Partido Conservador quien había gestionado la guerra, había un deseo generalizado de no volver a las políticas previas a la guerra que habían dejado tanta pobreza y marginalidad, y que había liderado dicho partido. Así que, por primera vez en su historia, en 1945 ganó el Partido Laborista, con un programa histórico de nacionalización de empresas, aumento de derechos laborales y sanidad y educación públicas.
La película cuenta cómo fue ese proceso, que abarcó aproximadamente la primera década posterior a la guerra, en un contexto en el que dicho partido tenía una base política socialista muy diferente a la basura neoliberal que es actualmente. Hay testimonios en primera persona de cómo plantillas laborales notaron mejoría, de cómo las barriadas obreras comenzaron a gozar de mejor salud y vivienda pública de calidad, y también de cómo vivieron la destrucción de todo aquello a manos de Margaret Thatcher a lo largo de los años 80. La parte de la que no hablan tanto es de la crisis social que comienza a vivirse en el país desde los años 60, con un deterioro de los servicios públicos empezando, conflictos laborales a nivel nacional, auge del racismo hacia la población que migraba cada vez más de territorios colonizados y devastados por el Imperio hacia la metrópoli y auge del independentismo irlandés, todo con un Partido Laborista más escorado a la derecha que comenzó a reproducir marcos ideológicos que finalmente harían ganar a la derecha neoliberal. El salto que el documental pega de los años 50 a 1979, año de la victoria de Thatcher, se deja muchos matices fuera.
En cualquier caso, es un interesante testimonio de una experiencia histórica vivida, que tuvo beneficios y que en el contexto actual se quiere enterrar, incluso por quienes la llevaron a cabo. No por casualidad el documental se realizó en el contexto post-crisis de 2008, con una nueva ola de privatizaciones conservadoras que no se ha detenido a día de hoy, y que quienes protagonizan el documental, mayormente gente jubilada, denostan aludiendo al daño que les están haciendo con el deterioro del sistema sanitario.
Título original: Je, tu, il, elle
Dirección: Chantal Akerman
Guion: Chantal Akerman Fotografía:Bénédicte Delesalle, Renelde Dupont, Charlotte Szlovak
Reparto:Chantal Akerman, Niels Arestrup, Claire Wauthion
Productora: Coproducción Francia-Bélgica; Paradise Films País: Francia
Año: 1974 Duración: 82 min.
Esta obra de cine experimental francés nos sumerge de lleno en la bisexualidad de una manera muy intimista y original, si bien ha sido históricamente catalogada como cine lésbico. La protagonista vive varios episodios de su vida a lo largo del film, que va narrando con una voz en off. En las primeras escenas la vemos sola en una habitación sobreviviendo a base de comer azúcar, mientras va teniendo un descubrimiento de su cuerpo, de lo que la rodea y de sus posibilidades. Hasta que decide salir a la luz y convivir con una realidad muy sexualizada. Como en la vida real, veremos cómo las relaciones afectivo-sexuales no son tan sencillas como se nos hace entender.
La película explora, entre un híbrido muy logrado de documental dramatizado y película al uso, la vida de “Il divo”, uno de los diversos motes del político democristiano italiano Giulio Andreotti. A lo largo de su carrera política, en especial durante las diversas ocasiones en que fue presidente del gobierno, estuvo implicado en terrorismo de estado contra grupos anticapitalistas, en corruptelas gigantescas, en contactos de diverso tipo con la mafia y mantuvo una relación estrecha con la logia de extrema derecha Propaganda Due. Para ir tapando todos estos vínculos, fue formándose a su alrededor un reguero de sangre en asesinatos de periodistas, correligionarios, enlaces e incluso jueces, como el famoso juez Falcone. Aunque fue condenado en tribunales primarios por algunas de estas cosas, nunca llegó a entrar en prisión ni a tener una sentencia condenatoria firme, ya que en instancias judiciales superiores siempre se le absolvía, o bien ostentaba cargos políticos que le proporcionaban inmunidad. También estuvo detrás de los movimientos que finalmente llevaron a no negociar con el grupo armado Brigadas Rojas, forzando así a que asesinaran a su compañero de partido, el primer ministro Aldo Moro.
Andreotti es el claro ejemplo de hombre de estado de la segunda mitad del siglo XX, dispuesto a todo para defender el capitalismo y el sistema político liberal, aunque ello implicara saltarse infinidad de normas legales del sistema democrático. Y que por su fidelidad al estado, terminó su vida impune de todos sus delitos y recompensado con una vida muy acomodada y homenajes institucionales por doquier. Su justificación de todo aquello osciló entre que estas cuestiones ocurrían casualmente cerca de él, en que los testimonios en su contra eran burdas tramas para hundirlo, y al final de su vida no dudó en legitimar sus prácticas aludiendo al contexto de Guerra Fría y de la necesidad de defender al estado de sus enemigos.
Este largometraje analiza su figura, nos sitúa su carácter humano junto a su implacabilidad y su sangre fría, y hace una extensa enumeración de muchas de las situaciones que ocurrieron “alrededor” de Andreotti y por las que nunca pagó un precio pese a responder de ellas en innumerables comisiones parlamentarias y tribunales judiciales.
En el movido 1968, Giorgo Rosa, un ingeniero de Bolonia, decidió levantar una plataforma en el límite con las aguas territoriales de Italia, justo delante de la turística costa de Rímini, y declararla estado independiente. La película edulcora relativamente la historia real, y le quita una parte -no toda- del compromiso político al realizar esto: buscando la libertad bajo una crítica muy fuerte a los estados liberales del momento, Giorgo Rosa mostró la factibilidad de llevar a cabo las ideas de autonomía política que habían estado creciendo desde el inicio de la década, con la Nueva Izquierda y los movimientos hippies. No por casualidad decidió adoptar el esperanto como la lengua oficial de la bautizada como Isla de las Rosas. Esta lengua, creada juntando diversas lenguas occidentales con alguna asiática, buscaba la comprensión entre pueblos y el internacionalismo, y por ello le llamó la atención al movimiento obrero y en especial al anarquismo, que en muchas de sus subculturas lo adoptó de manera identitaria y como estandarte, y sirvió para vertebrar a militantes de literalmente medio planeta.
La película nos muestra la frustración ante las absurdeces del control estatal, de los papeles de nacionalidad y de otras normas sociales estúpidas, y nos muestra también las ansias de libertad y de vivir en paz de las personas que habitan las islas. Nos muestra también la parte más festiva, que fue el atractivo principal y lo que reprodujo la prensa del momento. Y también nos muestra con gran acierto la trifulca política e internacional que esto comportó a nivel geopolítico. El conservador e inestable gobierno italiano del momento, que estaba afrontando el inicio de lo que se conocerían como “años de plomo” -una época repleta de discordia política, ocupaciones de universidades, huelgas fabriles, manifestaciones que acababan en revueltas y un sinfín de grupos armados como respuesta a la brutal represión y al terrorismo de estado que desplegó el estado italiano- decidió atacar de frente el problema. La proliferación de la disidencia, la sumisión gubernamental a la Iglesia Católica, los discursos de mantener el poder a toda cosa y la pelea geopolítica frente a una alternativa socialista de estado y sociedad que se hallaba al otro lado del Adriático y a escasos kilómetros de la Isla de las Rosas, quedan bastante patentes en el film, con un toque de humor en todo momento que no menoscaba lo explícito que queda en el largometraje el abuso de poder y la razón de estado por encima de la libertad y la autonomía de las personas que prefieren salirse de los moldes sociales.
Quien haya vivido en contextos de convivencia comunitaria en colectividades entenderá muchas de las situaciones que aparecen ironizadas y satirizadas en la película. El argumento transcurre en una comuna urbana de los años 70 en Suecia, donde confluyen hippies, comunistas radicales y militancia anticapitalista de diverso tipo. Los debates, los conflictos de convivencia, la gente tan radicalísima que todo le parece mal, la exploración sexual tanto en cuestión relacional como en disidencia sexual -generando dramas amorosos, como no podía ser de otra manera- y las situaciones que rozan el absurdo aparecen con toda crudeza.
La película juega además con el impacto entre la comuna y el mundo “hegemónico”, “normal”, como queramos llamarlo. Por un lado, la hermana de Göran, que tiene el rol en la comuna de poner paz y generan un buen ambiente, le pide ayuda para huir de su marido alcohólico que la maltrata, alojándole en la comuna con una hija adolescente y un hijo pequeño. A su vez, la familia que vive enfrente pasa más tiempo espiándoles y odiándoles que gestionando las mierdas que tienen dentro de casa, lo que generará que parte de la misma se vaya acercando a la comuna como una alternativa a sus lamentables vidas en el mundo convencional. El impacto entre ambas realidades será devastador, pero no tardarán en adaptarse y en alegrarse de dónde están. Ya que, pese a todas las situaciones que se describen con tonos de humor, la alternativa de la sociedad regida por el capitalismo y la normalidad también recibe bien de cera, y la apuesta comunitaria es algo que aporta muchos beneficios a quienes la eligen.