Estamos ante un híbrido bastante bien logrado entre cine carcelario y cine de trenes -y un poco de cine de nieve también-. En una cárcel en la que resumidamente gobiernan los deseos personales del sanguinario alcaide, que transmite un discurso de maltrato abierto contra sus reclusos muy alejado de la reinserción o la redención, dos presos se escapan antes de acabar irregularmente muertos. Pero es Alaska en pleno invierno, y el frío del exterior les obliga a conseguir un transporte con el que poder huir a Canadá. Y aquí entra en juego la red ferroviaria de la región, que transporta comúnmente cercanías para las industrias y minas de la zona. Un accidente termina generando que un tren a toda velocidad con los presos dentro esté completamente descontrolado, juntándose en torno a la catástrofe venidera responsables ferroviarios, controladores de vías, los reclusos fugados y el personal de la prisión que los busca.
Esta miniserie experimenta con una realidad alternativa en la historia de Hollywood y de los Estados Unidos en general, en la que reparto, direcciones, guionistas, productoras y brazos mediáticos apostaron desde unos primigenios años 40 por un mayor compromiso social en favor de las personas racializadas y disidentes sexuales que ya andaban por allí entonces, pero en papeles secundarios y permanentemente maltratadas en el primer caso, y en diversos grados de armario en el segundo. Una situación que en la realidad no sólo no se dio, sino que de haberse intentado, la violencia desde diversos lugares hubiera arrasado con el proyecto, en especial por parte de un grupo violento que en la película apenas aparece atacando el proyecto que se lleva a cabo en el film: el poder judicial y policial. El código Hays, muy vigente entonces y vigente hasta 1968, prohibía tajante las relaciones interraciales y la homosexualidad en el cine, entre otras mil cosas más.
El hilo argumental consiste en que se dan las circunstancias para que salga adelante un proyecto de película sobre una joven que se suicida tras no poder conseguir su sueño de ser actriz en Hollywood. Ya con ello entramos en una crítica, que podía haber sido más profunda y afinada, sobre la clasista trituradora de carne que fue el Hollywood de entonces -cosa que no ha cambiado tanto en la industria cinematográfica mainstream estadounidense-, explotando jóvenes que venían de todo el estado en un contexto post bélico para papeles y empleos ultraprecarizados. No por casualidad gran parte de personajes de la película tienen empleos irregulares como trabajadores sexuales para poder subsistir en ese Hollywood, como ocurrió en la vida real. Y como en la vida real, la clientela eran personas adineradas vinculadas al cine. Contando con las contrataciones explícitas, las semi-orgías y demás conductas sexuales por entonces ilegales que aparecen en la serie, con leer simplemente Hollywood Babylon del director marica Kenneth Anger veremos que la serie se ha quedado corta. Por ejemplo, las fiestas que montaba George Cukor, director de renombre que poco escondía su orientación sexual, eran mucho más descaradas y explícitas que lo que expone la serie.
La cosa se pone más tensa al ser el guionista negro, con la propuesta de una protagonista negra en una relación con un joven blanco, y gran parte del personal disidente sexual, trabajador sexual o contratante de trabajo sexual. Y entre todo esto veremos la red de tráfico de influencias y chantajes que realmente existía alrededor, con magnates que se liaban con actrices que luego se promocionaban, nombres legendarios premiados con varios Óscars que tenían unas adicciones a las drogas muy fuertes -que les terminarían llevando prematuramente a la tumba-, actores homosexuales chantajeados por agentes, directores, periodistas, productoras y hasta con la mafia italiana por ahí en medio… en algunos casos siendo incluso gays armariados los chantajeadores. Situaciones basadas en la realidad de la época que no se aleja tanto de la situación presente.
La película nos ofrece una realidad alternativa completamente irreal, que jamás hubiera ocurrido en un contexto tan puritano, a poco del inicio manifiesto de la Guerra Fría y la caza de brujas anticomunista en el cine. El Ku Klux Klan, las leyes racistas Jim Crowen el sur, la dictadura capitalista de los beneficios ante hacer cualquier película, la presión de la prensa, la presencia de la policía… todo ello está en el film y le pone la vida difícil a las protas, pero la realidad hubiera sido más devastadora y aquello hubiera sido imposible. De llevarse a cabo hubiera conseguido cambios sociales, sin duda, la fuerza del cine es la que fue y la que sigue siendo, pero tampoco al nivel que muestra la película. No por casualidad, no hay una actriz negra de renombre en el cine blanco mainstream que no haga de sirvienta mediocre ridiculizada hasta Dorothy Dandridge en Carmen Jones, casi diez años más tarde; no habrá un héroe negro en la gran pantalla hasta 1968 con La noche de los muertos vivientes de George A. Romero, o sea, una película autoproducida; y no habrá una película que hable de homosexualidad sin condenarla completamente hasta la adaptación al cine de la obra teatral Los chicos de la banda, en 1970 y también autoproducida.
Lo que sí podemos extraer de la serie y la hace estar en este blog es que en esa realidad alternativa hay conductas mucho más deseables a las que fueron y a menudo siguen siendo. La sororidad entre mujeres en situaciones ante las que han sido educadas para competir es tónica habitual. Personas en el armario usan su poder para beneficiar a otras personas oprimidas, en vez de únicamente pasa sí. Trabajadores y trabajadoras sexuales se apoyan mutuamente en infinidad de situaciones. Y los personajes homosexuales terminan por rebelarse ante el silencio y el estigma. Una gran parte de los guaperas que protagonizaron aquellos films fueron gays o bisexuales que nunca pudieron hacerlo público en vida. Tenemos una sonada excepción, que no por casualidad fue elegida para ser personaje protagonista en la serie: el actor Rock Hudson. Vivió toda su larga carrera artística escondiendo su homosexualidad, siendo incluso obligado a casarse para ocultarla, y codeándose con los actores y equipos más rancios y fachas, como el actor Ronald Reagan. En 1984, al borde de la muerte y con un diagnóstico de SIDA, en plena presidencia de su amigo Reagan y ante la inacción de su presidencia frente a la crisis sanitaria, lo haría todo público a la vez, convirtiéndose en la persona seropositiva más famosa del mundo. Declaró arrepentirse de haber vivido una vida que no era la suya. La película intenta reparar un poco todo aquello, mostrándonos una historia de la vida del actor que hubiera sido muchísimo mejor si hubiera querido y sobre todo si hubiera podido.
Título original: Wolfwalkers
Dirección: Tomm Moore, Ross Stewart
Guion: Will Collins Música: Bruno Coulais
Productora: Co-production Ireland-Luxembourg; Apple Original Films,Cartoon Saloon,Dentsu Inc,SIF309 Film & Music Productions
País: Irlanda
Año: 2020 Duración: 102 min.
En la Irlanda de 1650, la tala de los bosques para dar paso a toda la gran oleada de colonización britática derivada de la Revolución Inglesa se encuentra con la oposición de uno de sus habitantes más temidos por el ser humano: los lobos. Pero en esta película, sus ataques son coordinados y tienen detrás seres fantásticos conocidos como wolfwalkers, que tienen una doble vida humana y loba.
Así pues, Robyn y Bill llegan a una ciudad gestionada por un noble británico y su ejército. Bill es destinado allí por sus dotes de cazador en Inglaterra, con el fin de derrotar la amenaza de los lobos. Robyn es su hija pequeña, lo admita y quiere ser como él, pero la sociedad le censura sus deseos y le reserva un papel en la cocina y en tareas de limpieza.
La película nos da una idea, si buen algo calmada y aderezada, de la situación de opresión de los colonos británicos contra la población irlandesa autóctona. Aunque no se mencionan las diferencias religiosas -si bien sí que se enfatiza el fanatismo cristiano de Lord Protector, el máximo dirigente local-, sí que vemos las fuertes tensiones entre el campesinado irlandés y las tropas inglesas, incluyendo episodios de represión.
La película también tiene un subtexto animalista y ecologista a la vez, situando la protección del bosque frente a las embestidas humanas como algo deseable, así como la vida y los deseos de sus habitantes cuadrúpedos como legitimas. Cae en la antropormorfización de los lobos este caso, que parecen liderados por las wolfwalkers que tienen mayores cualidades humanas, quitándoles agencia de esta manera.
En general, una película entretenida y muy recomendable.
Título original: My Buddha Is Punk
Dirección: Andreas Hartmann
Guion: Andreas Hartmann País: Alemania
Año: 2015 Duración: 68 min.
El documental está grabado en 2012, cuando Myanmar -hasta hacía poco conocida como Birmania- estaba en un proceso de transición hacia un modelo limitadamente parlamentario tras medio siglo de dictaduras militares de diverso signo que cada vez estaba más asediada por protestas sociales y disidencia política. Fue un interludo tímidamente parlamentario -con infinidad de disputas internas, incluso un genocidio en mitad del proceso- que duró una década escasa: en 2021 un golpe de estado arrestó al gobierno y reprimió a sangre y fuego las protestas contra él, volviendo a convertir Myanmar en una dictadura militar y dejando el país en una guerra civil de baja intensidad con guerrillas que dominan regiones y se enfrentan al ejército hasta la actualidad. Deseamos que quienes protagonizan este documental se encuentren bien, si bien estos años han sido objeto de entrevistas debido al duro clima instalado en el país y a que son activistas sociales anarquistas de cierto reconocimiento.
La cámara recorre la vida de un grupo de punks locales de la banda The Rebel Riot Band gracias a lo cual podemos conocer muchas de sus opiniones políticas, su participación en las manifestaciones del momento, su música, su relación con otras escenas y otros miembros de la comunidad, sus disputas frente a temas como la estética o las drogas, sus concepciones de lo religioso… Lejos de evitar prejuicios eurocéntros o cristianocéntricos, lo cierto es que el budismo, religión mayoritaria en el país, tiene amplios sectores que realizan lecturas antiautoritarias o al menos no autoritarias de las enseñanzas de Buda, en mayor proporción que entre las comunidades seguidoras de Jesucristo.
Vemos el contexto de ebullición política del momento bien impregnado, y también la herencia colonial de casi un siglode dominio británico respecto al punk, utilizando conceptos en inglés en su lenguaje sobre la escena y en las propias canciones en vez de en su lengua natal. Y también vemos las diferencias entre una escena punk más politizada hacia lo anarcopunk, y otra menos politizada, que utiliza esvásticas nazis entre su estética, o que vierte comentarios islamófobos. Esto último ha sido bastante estremecedor oírlo, ya que el documental ya menciona la violencias ejercidas contra la minoría musulmana Rohinyá, 4 años antes de que la situación escalara a un genocidiocoordinado por Facebook y a un éxodo masivo.
Los ejercicios de descolonizar el punk siempre serán bien recibidos en este blog, así que instamos activamente a su visionado.
La vida de Jacob da un giro dramático inesperado, que no le hubiera convertido en un vagabundo de no ser porque vive en el capitalismo devastador y ultraindividualista de los EEUU, y más completamente en plena crisis económica posterior al crack de 1929. Y esto le terminará llevando a la dura vida de trabajo en los circos ambulantes, empeorada por las condiciones económicas del momento.
La película tiene el mérito de ofrecernos un contexto bastante profundizado de esta realidad que abarcó una buena parte de fuerzas productivas del momento, ofreciendo un trabajo muy precario y a menudo completamente desregulado para el que su plantilla entregaba prácticamente toda su vida cotidiana y aspiraciones a corto y medio plazo. El despotismo de los jefes, los circos abandonados -incluyendo personal humano y no humano- por propietarios que huían con el dinero, el alcoholismo, el machismo hacia las trabajadoras circenses, la sobrerrepresentación de migrantes y personas con corporalidades no normativas, los impagos de salario y el ejercicio de violencia permanente contra los seres cuadrúpedos eran tónico habitual por entonces, y en muchos casos continúa siendo así.
No se trata de una película antiespecista ni mucho menos, pero hay diversos animales no humanos con agencia y gran importancia en el film que permiten empatizar al público con las condiciones vividas en los circos y oponerse a la explotación y esclavitud que sufren en estos espacios. También hay un telón de fondo bastante interesante de la Ley Seca, pero hay otras cuestiones que personalizan y normativizan la película que se sitúan por encima de estos temas, que en este blog nos interesan más.
Aún así, se trata de una película recomendable y digna de ver.
No era una opción no incluir esta serie en este blog, una vez que ha terminado su última temporada, pese a la enorme visibilidad que ha tenido. Porque, pese a ser un producto audiovisual comercial y mainstream, basado en una novela de una escritora como Atwood que nunca se ha terminado den nombrar feminista, lo cierto es que estamos ante una de las series feministas más importantes de lo que va de siglo, y se ha ido rodando, produciendo y estrenando también en uno de los peores contextos de la historia del país donde se ha creado y donde se ambienta, los EEUU, lo cual probablemente ha tenido que ver en su éxito. A día de hoy, los EEUU se parecen mucho más al distópico Gilead donde se ambienta la serie que cuando se estrenó su primera temporada, allá por el 2017. Y las referencias a la serie en movilizaciones feministas a lo largo y ancho del planeta -incluyendo el Reino de España- han sido innumerables, dando un punto de referencia a las militancias respecto a dónde nos podemos ir moviendo en materia de derechos sociales si se siguen determinadas políticas que van impulsando las agendas de extrema derecha y sus aliados.
En la serie, los EEUU son un par de estados que resisten y personal diplomático que asiste a oleadas imparables de personas refugiadas en Canadá. El resto del territorio es Gilead, un estado policial totalitario y teocrático liderado por comandantes de un ejército que está en todas partes desplegado. El auge de este grupo se ha llevado a cabo por un colapso climático que ha reducido drásticamente la fertilidad humana, y tras diversos movimientos autoritarios, su toma del poder destruye todos los avances en materia feminista y coloca a las mujeres en un papel absolutamente sumiso. De entre las consideradas menos válidas, las que son fértiles son asignadas a los comandantes como criadas, para que las violen delante de sus esposas en un ritual social y legalmente sancionado. Frente a esta situación, la serie nos narra la rebeldía feminista frente a un sistema tan opresor, que cataliza mediante diversas y varias mujeres de entre las cuales sobresale la protagonista, June Osborne.
La serie ha recibido justificadas críticas del uso excesivo de escenas desagradables de violaciones, torturas y demás, hasta puntos reiterativos en más de una ocasión. Una especie de morbo por el sufrimiento de las mujeres. Sin embargo, también es cierto que la serie ha situado el foco mayormente en esa resistencia permanente que hace a las mujeres luchar de muy diversos modos contra Gilead, desde actos de baja intensidad hasta atentados, organizados o en equipo, contra diversos objetivos y con diversos fines. Expone de diversos modos la hipocresía patriarcal detrás de estos sistemas de dominación, muestra diversas estrategias de combate y diversas alianzas, y en último término es un aviso preventivo contra futuros no deseables que podrían compartir diversas similitudes.
Tampoco cae en la simplificación de las personas que componen las élites de Gilead, y esto también es un punto muy valorable y permitido gracias a la profundidad que permite a menudo la longitud de las series. Hay grados de machismo en ese mundo como los hay en el nuestro, y fuera de él, en la vecina Canadá y entre las personas refugiadas obviamente también. Hay complicidad y apoyo desde hombres de diverso tipo, y también los hay que quieren ejercer un machismo implacable, pero más atemperado. Hay diversas situaciones de opresión entre las mujeres, sufriendo algunas el patriarcado más que otras, pero no por ello lo dejan de sufrir. Incluso las más aferradas a la fe del régimen. Y esto obviamente también marca sus actos.
En resumen, una serie que quien tenga tiempo y la capacidad de visionar la violencia patriarcal que se expone en ella, se puede llevar también sensaciones de esperanza, aprendizajes, reflexiones y estrategias de lucha variadas. Recomendable.
Título original: El futuro imposible
Dirección: Juan José Pereira
Guion: Juan José Pereira Música: Andrés Montero Bustamante
Fotografía:Juan José Pereira
Productora: Coproducción Paraguay-Argentina-Emiratos Árabes País: Argentina
Año: 2021 Duración: 130 min.
En esta serie de 10 episodios de corta duración se nos plantean los problemas ecológicos a varios órdenes que tenemos delante las personas que habitamos este mundo y que probablemente vayamos a ver en las siguientes décadas los efectos del cambio climático provocado por el capitalismo. Pero también se da alternativas realizables y tangibles, razón por la cual el título de la serie lleva el “im” tachado, ya que, lejos de esa cantidad de distopías que nos narran un futuro peor que lo que hemos vivido hasta ahora, existe realmente la posibilidad de que el rumbo hacia la destrucción se sustituya por un modelo cooperativo, sostenible y que genere bienestar entre animales humanos y no humanos.
Para demostrar esto, la serie plantea en cada capítulo una narrativa hegemónica, tanto el problema de base como los argumentos que sustentan que este problema siga así, y le coloca alternativas: la alimentación, la destrucción de ecosistemas, la digitalización, el modelo competitivo… Todo ello es sustituible por alternativas mejores que se han desarrollado ya y se siguen desarrollando a pequeñas escalas, no a grandes por los impedimentos de los poderes políticos y económicos. En el contexto además que vive Argentina en la actualidad, con una ultraderecha negacionista del cambio climático en los poderes del propio estado, esta serie además sirve de pedagogía para desmontar los discursos de sus acólitos, que aparecen fielmente retratados, junto a las voces ecologistas, dentro del círculo de debate en torno a una hoguera que sirve de hilo conductor para la serie.
Ultrarrecomendable. Debería ser de visionado obligatorio en nuestro contexto.
Muy adecuada para el contexto actual, esta mini-serie nos coloca en la disputa entre mujeres feministas y anti-feministas que se dio a lo largo de los años 70 en EEUU, que tuvo como catalizador la Enmienda de Igualdad de Derechos aprobada en 1971-1972 que fue ratificándose en los estados de la Unión a lo largo de toda la década. Son los antecedentes directos de las Guerras del sexo que tuvieron lugar en los 80 entre las feministas anti-sexo y las pro-sexo, al haber ganado el feminismo enormes pasos hegemónicos, y hay también un férreo hilo conductor con la conservadurización e institucionalización de ciertos feminismos que hay ido derivando hacia el odio contra las personas trans y les trabajadores sexuales, frente a los feminismos más abiertos, inclusivos y anticapitalistas. Y aunque la serie nos hable del contexto de los EEUU, no cerremos los ojos a que lo que ha ocurrido y ocurre en ese país nos sigue afectando de manera implacable al resto, así que este serie puede servir de genealogía para todo el feminismo occidental.
En la lucha por la ratificación de la Enmienda veremos feministas históricas movilizadas, entre las cuales van a destacar la escritora de La mística de la feminidad y cofundadora de New Organization of Women, Betty Friedan, y la periodista y editora Gloria Steinem, así como los activismos que tuvieron en común, como la Asamblea Política Nacional de Mujeres. Sin embargo, habrá muchas feministas históricas más que pasan por la serie, y que permiten poner el foco en los debates que se daban entonces, como los feminismos negros, el lesbianismo, las no mixticidades, la estrategia electoral frente a la autonomía, la convivencia con tendencias excluyentes (incluyendo la propia lesbofobia de Friedman, que fue superando con los años de convivencia con feministas lesbianas en el mismo movimiento) y las luchas de poder internas, mientras iban cambiando las administraciones presidenciales y estatales y se inclinaban por una actitud u otra frente al feminismo.
En la lucha en contra de la ratificación, tenemos un grupo más pequeño pero no por ello menos influyente de mujeres conservadoras muy afines al Partido Republicano. Veremos sus tácticas de lobbismo a la vez que sus debates internos, que a menudo dan una fuerte impresión de disonancia cognitiva, al tratarse de un sector que está pudiendo hablar en contra del feminismo porque los avances feministas las han legitimado para ello (vamos, como ocurre en la actualidad con las mujeres antifeministas). El recurso a los maridos y a los hombres en general es habitual, además de una acusada jerarquía en base a quién cumple mejor los privilegios sociales de mujer blanca heterosexual con pasta y capital social en base a su familia (que incluye mucha descendencia y un marido bien posicionado). Con las derrotas permanentes que va teniendo este sector, acabaron afinando las estrategias hasta unirse con sectores de mujeres ultraconservadoras vinculadas a sectas de extrema derecha y al propio Ku Klux Klan. La líder en la que se centra la serie es Phyllis Schlafly, que provenía de la vida política ultraconservadora y que derivó hacia su odio al feminismo, a las personas no cisheterosexuales y más adelante también contra las personas migrantes (para sorpresa de nadie). No obstante, la serie tiene el acierto de colocar también las fuertes disidencias internas hacia su izquierda que acabó teniendo este sector, que van desde feministas republicanas que comenzaron a trabajar dentro del gobierno de Gerald Ford, hasta mujeres que comienzan a plantearse que las feministas no son ni mucho menos su enemigo.
En resumen, muy completa, entretenida, cuidada y recomendable.
Título original: The Secret of NIMH
Dirección: Don Bluth
Guion: Don Bluth, John Pomeroy, Gary Goldman, Will Finn, Ken Anderson. Música: Jerry Goldsmith
Productora: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM), Aurora Productions, Mrs. Brisby Ltd País: Estados Unidos
Año: 1982 Duración: 82 min.
Una comunidad de ratones vive en un campo, sobreviviendo para evitar que su casa termine convertida en un pasto de sembrado o servir de comida para otros animales. Para ello buscan relaciones con otros roedores y animales afines de la zona, que les ayudarán y les acogerán en la medida de la posible. Junto a las cuestiones fantásticas y la antropomorfia de quienes protagonizan el film, lo que nos pareció interesante de esta película es el colocar animales que normalmente están estigmatizados con sus estrategias de resistencia frente a humanos y otros animales, y también con sus disputas internas, luchas de poder y divisiones. Situaciones que recuerdas precisamente a las de los movimientos de resistencia en la realidad.
Una madre originaria de Hegoalde que vive en Iparralde cruza el Bidasoa con sus hijes para pasar el verano en la casa de su madre. Desde las primeras secuencias no se oculta que hay diversos problemas familiares alrededor de diversa gravedad, pero de entre todos la película sitúa el foco en una de sus hijes, que se siente mal y que quiere ser tratada en femenino y con un nombre diferente al que le pusieron. La película trata el tema con mucho mimo, exponiéndolo gradualmente y sin minusvalorar que las vidas son más completas y no es la única cuestión que genera tensión en la familia, como pasa en muchas otras películas que tratan las infancias trans. Vemos un arco de personajes muy variado en relación a la identidad trans de la niña, con reacciones que varían desde la aceptación rápida, la incomprensión, la ignorancia, el rechazo…