Título original: My Buddha Is Punk
Dirección: Andreas Hartmann
Guion: Andreas Hartmann
País: Alemania
Año: 2015
Duración: 68 min.
El documental está grabado en 2012, cuando Myanmar -hasta hacía poco conocida como Birmania- estaba en un proceso de transición hacia un modelo limitadamente parlamentario tras medio siglo de dictaduras militares de diverso signo que cada vez estaba más asediada por protestas sociales y disidencia política. Fue un interludo tímidamente parlamentario -con infinidad de disputas internas, incluso un genocidio en mitad del proceso- que duró una década escasa: en 2021 un golpe de estado arrestó al gobierno y reprimió a sangre y fuego las protestas contra él, volviendo a convertir Myanmar en una dictadura militar y dejando el país en una guerra civil de baja intensidad con guerrillas que dominan regiones y se enfrentan al ejército hasta la actualidad. Deseamos que quienes protagonizan este documental se encuentren bien, si bien estos años han sido objeto de entrevistas debido al duro clima instalado en el país y a que son activistas sociales anarquistas de cierto reconocimiento.
La cámara recorre la vida de un grupo de punks locales de la banda The Rebel Riot Band gracias a lo cual podemos conocer muchas de sus opiniones políticas, su participación en las manifestaciones del momento, su música, su relación con otras escenas y otros miembros de la comunidad, sus disputas frente a temas como la estética o las drogas, sus concepciones de lo religioso… Lejos de evitar prejuicios eurocéntros o cristianocéntricos, lo cierto es que el budismo, religión mayoritaria en el país, tiene amplios sectores que realizan lecturas antiautoritarias o al menos no autoritarias de las enseñanzas de Buda, en mayor proporción que entre las comunidades seguidoras de Jesucristo.
Vemos el contexto de ebullición política del momento bien impregnado, y también la herencia colonial de casi un siglo de dominio británico respecto al punk, utilizando conceptos en inglés en su lenguaje sobre la escena y en las propias canciones en vez de en su lengua natal. Y también vemos las diferencias entre una escena punk más politizada hacia lo anarcopunk, y otra menos politizada, que utiliza esvásticas nazis entre su estética, o que vierte comentarios islamófobos. Esto último ha sido bastante estremecedor oírlo, ya que el documental ya menciona la violencias ejercidas contra la minoría musulmana Rohinyá, 4 años antes de que la situación escalara a un genocidio coordinado por Facebook y a un éxodo masivo.
Los ejercicios de descolonizar el punk siempre serán bien recibidos en este blog, así que instamos activamente a su visionado.
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