Vitoria, 3 de marzo

Título original: Vitoria, 3 de marzo
Dirección: Víctor Camaco
Guion: Héctor Amado, Juan Ibarrondo
Música: José Luis Canal
Fotografía: Gaizka Bourgeaud
Reparto: Ruth Díaz, José Manuel Seda, Alberto Berzal, Mikel Iglesias, Amaia Aberasturi, Iñigo de la Iglesia, Iñaki Rikarte, Asier Macazaga, Oti Manzano, Pepe Penabade, Ane Pikaza, Verónika Moral
Productora: Departamento de Cultura del Gobierno Vasco, ETB, Gariza Films, ICAA, Sonora Estudios

País: Reino de España
Año: 2018
Duración: 90 min.

Acostumbrades a ver películas sobre hechos históricos traumáticos que provocaron personas de ideas y prácticas muy concretas representados bajo el mito de la reconciliación nacional de las “dos Españas”, esta película nos ha impresionado notablemente. Porque no sólo no reproduce ese mito, sino que, y puede que principalmente por no caer en ese sofisma, estamos ante una pieza cinematográfica que ha tenido un cuidado extremo por representar la llamada ‘Masacre de Vitoria’ de la forma más fidedigna que ha podido. Colocando una historia ficticia en el centro de la trama que, lejos de ser el típico drama amoroso hollywoodiense, contribuye a entender mejor el clima político y social de la época en la cuestión sindical y en ciertas esferas de la político.

Para quien no lo sepa, el 3 de marzo de 1976 una asamblea obrera convocada en una parroquia de Gasteiz durante una huelga general convocada al margen del sindicato vertical franquista por los sindicatos de izquierda y los partidos políticos fue violentamente desalojada por la Policía Armada. La enorme masificación de huelguistas y simpatizantes, las órdenes del Ministerio de Interior (en la película no se especifica, pero era su ministro el ‘demócrata de toda la vida’ Manuel Fraga Iribarne) y del gobernador civil de parar aquel movimiento como fuera, y la perfidia de los ‘grises’ provocaron un centenar de heridos (registrados; seguramente hubo más que no fueron a centros médicos por miedo), la mitad por balas de plomo, y cinco obreros muertos a tiros, tres en el acto y otros dos en los días posteriores. Como se afirma al final del largometraje, nadie a día de hoy ha pedido disculpas a la víctimas de la matanza, ni se ha responsabilizado a nadie, ni se ha juzgado a nadie, pues la Ley de Amnistía de 1977 se preocupó de dejar impunes para el resto de la historia a los perpetradores de este crimen y de muchos más.

Entre los temas que aparecen en la película bien retratados, nos encontramos la reproducción de asambleas masivas, los conflictos con los partidos que intentan moderar el asunto, la represión cotidiana en forma de arrestos, prisión y torturas, la actitud de la patronal, la descarada manipulación mediática -en este caso, en una radio local-, e incluso el incipiente feminismo aparece, demandando iguales salarios y anticonceptivos. Nos ha faltado el tema nacional, pues no hay que olvidar que la cuestión vasca era un elemento importante de la lucha social de entonces, y también estaba imbricada en la obrera, que aunque se descartara a partidos y sindicatos, muchos grupos y militantes obreros simpatizaban con la independencia de Euskal Herria -no en vano de aquí surgieron bastantes comandos armados, algunos de los cuales cristalizaron en los Comandos Autónomos Anticapitalistas, que también luchaban por la emancipación nacional- y el euskera no está apenas presente. No hay que olvidar de que la inusitada represión desarrollada en Vitoria tenía mucho que ver con la resistencia que la región llevaba confrontando al régimen en la última década, y que fue una represión con una dureza permanente durante las siguientes décadas contra cualquier expresión de descontento social, fuera de carácter nacional o no. Un año después, en la semana pro amnistía, la policía mató a otras seis personas más, por ejemplo.

 

En resumen, una película muy fidedigna, a nivel histórico se ha ganado un diez sobre diez, con una intercalación entre las imágenes y audios reales y los de la película completamente impecable, de visionado obligatorio para que no se olvide nunca lo que pasó en Vitoria en aquella funesta fecha, pues tiene consecuencias directas en la actualidad. Porque, como afirma la oración con la que acaba la película, “muchas de las reivindicaciones de 1976 continúan más actuales que nunca”.

Absolutamente recomendable.

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